El teleautógrafo de Margaret Atwood

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Atwood’s Longpen

Ya es noticia vieja: la escritora canadiense Margaret Atwood se mandó a hacer un artilugio que, a través de un juego de conexiones y pantallas, le permite firmar ejemplares de sus libros sin moverse de su casa. Las agencias han dicho que el peculiar invento no sólo sirve para firmar libros, sino que además firmará la sentencia de muerte de las giras editoriales. Yo digo que no es para tanto. A muchos les seguirá gustando ir por ahí firmando libros en persona.

En Technovelgy explican el funcionamiento del aparato. Está en inglés, pero la cosa consiste básicamente en que el lector pone su flamante ejemplar en una plataforma dispuesta debajo de un brazo robótico. Un monitor le permite entrar en contacto visual con el autor, así la cosa no es tan fría y éste puede escribir cosas del tipo «Para Fulana, por sus ojos verdes». El escritor traza su autógrafo en un touchpad y, vía Internet, el brazo robótico lo reproduce igualito sobre la primera página del libro.

El caso es que este no es el primer teleautógrafo. Elisha Gray inventó en 1888 uno que funcionaba a través de las líneas del telégrafo, y lo presentó en la Feria Mundial de Chicago, en 1893, según explican también en Technovelgy. Inventado hace más de 100 años, el teleautógrafo, como se puede ver, puede firmar cualquier cosa, excepto la mentada sentencia de muerte.

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