Ha pasado casi un año desde que escribí sobre la obra de teatro que Àlex Rigola y Pablo Ley estaban escribiendo para llevar a las tablas la macronovela 2666, de Roberto Bolaño. Pues bien, la cosa es la semana que viene: entre el miércoles y el sábado, unos muy envidiados espectadores asistirán a las primeras cuatro funciones de esta obra de cinco horas, dividida a su vez en cinco obras que, según cuentan Rigola y Ley, intentan captar la esencia del texto original.
Julio Manrique, Andreu Benito, Joan Carreras, Chantal Aimée, Alicia Pérez, Cristina Brondo, Manuel Carlos Lillo, Ferran Carvajal, Félix Pons, Alba Pujol y Víctor Pi son los once actores que interpretarán a los cuarenta personajes de la obra, que mostrará además fotografías de Ciudad Juárez —como la que encabeza esta nota— tomadas por Rigola. La entrada cuesta 22 euros.
Las Palmas, Granada y Madrid son algunos de los escenarios en los que ya se ha confirmado la representación de la obra de aquí a noviembre, cuando regresará a Barcelona. Se habla ya de la posibilidad de presentarla en Suramérica, aunque por ahora es sólo eso, una posibilidad. Despiértenme cuando anuncien la presentación en Venezuela.
Una excelente noticia, para quienes encontramos el «sustento fundamental» en el teatro, capaz de inspirar la literatura de un modo tan fenomenal. Especialmente me atrae porque es la adaptación de una de las novelas de Bolaño, que aunque no es mi escritor favorito, tiene aspectos que me interesan o siempre me han atraído. Caracas, Bogotá, Santiago de Chile y Buenos Aires podrían ser buenas ciudades para representarla. Y bueno, últimamente parece que hay una crisis del teatro, ya poco se lee acerca de una obra original e inédita puesta en escena por un Pinter de esta época (y hay muchos!)
Vi ayer una previa de la obra.
Como lector de Bolaño y conocedor de la obra de Mr. Rigola, estaba expectante. El resultado me deja un sabor agridulce: grandes aciertos: La parte de Amalfitano y la parte de Archimboldi, junto a sonoros fiascos, como el final de los crimenes. Por mucho Bolaño que sea, cinco horas de espectáculo exigen alargar un estado de gracia que no aslcanza para toda la obra…
Aún así, un respeto por el intento y el riesgo…