Otis B. Driftwood se ha puesto en campaña contra este terrible flagelo:
tapar con palabras rimbombantes la falta de sustancia de lo que se pretende decir.
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Otis B. Driftwood se ha puesto en campaña contra este terrible flagelo:
tapar con palabras rimbombantes la falta de sustancia de lo que se pretende decir.
Allá por 18.. ya lo escribió YEATS, «Lo demasiado pensado no puede ya pensarse, / Pues de belleza muere la belleza, el valor del valor / Y desaparecen los antiguos rasgos,». Las cosas giran y se transforman; algo maravilloso puede convertirse en rimbombante, y aún volverse de nuevo estupendo.
Es evidente que nuestras carencias nos lleven a utilizar las palabras de forma inadecuada. Bueno, las palabras … ¡Y tantas cosas!
Bien está destacar lo que no parezca conforme.
Me inquieta ese carácter de inquisidores, ¿Quién será el deshacedor de entuertos?
Más que inquisidores, abogo por aquel «Proseguirá su anticuado giro» en el que YEATS nos empuja al «trágico gozo artístico», positivo, de seguir buscando los símbolos de la belleza.
Entre inquisidores vigilantes y navegantes creativos no tengo la menor duda. Es el sueño permanente y osado, no la mentalidad tosca de dedicarse a buscar exageraciones, el que nos puede lanzar a la aventura.
Claro, cuando existe ese «trágico gozo artístico» y el texto produce magia, qué importa que no se entienda… pero creo que Otis (y estoy con él) hace referencia a esa gente que escribe con un diccionario de sinónimos en frente, sólo para impresionar. Generalmente se les ven las costuras.
Me viene a la cabeza el famoso «yo con mi arte tengo». Estos escritores que utilizan tales pedanterias, tambien tienen sus lectores pedantes, asi como los directores de cine pedantes, tienen sus «veedores» que aclaman sus obras y salen de la oscuridad del teatro diciendo » es que es demasiado profunda, no todo el mundo entiende este tipo de peliculas». No me queda mas que la reflexion de que se hace necesario, como escritor llegar a los lectores sin ser » incomprensible» idiomaticamente, pero a la vez manteniendo elevado el uso de nuestro bellisimo lenguaje.
Se puede codificar un escrito, catalogar, sencillo, rimbombante, irónico o toda el grado de semántica deseado.
Pero sobre todo es COMUNICACIÓN abierta, implícita y sin codificación estricta. Si añadimos al lector, ¿Cómo no? esa apertura se amplifica.
El aroma, el gusto y la intuición se instalan en esas comunicaciones.
¿Qué se transmitió? ¿Vulgaridad? ¿Esencias artísticas?
Si el escrito fue elaborado de forma rimbombante, sencilla y hasta absurda no pasa de ser un simple accidente.
Ahora bien, ¿Han llegado esos vehículos o instrumentos al final estético-artístico deseado.
La PERTINENCIA de su uso radica ahí.
Apasionantes dilemas y paradojas.
Subyugantes objetivos.
Gracias por la referencia, Jorge. No conocía esta bitácora, pero ya veo que habrá que leerla 🙂
Es evidente que hay infinitos tipos de escritos (muchos más que autores) y que cada uno persigue, consciente o inconscientemente, una finalidad. La cuestión es si esa finalidad se logra a través del fondo o de la forma. Yo critico fundamentalmente a los escritos de periodistas que se consideran por encima de los demás mortales, y no son pocos los que así piensan. Habitualmente esconden una pobreza argumentativa galopante con palabras muy sonoras, pero insulsas, con el fin de que sus lectores -piensan ellos- no sepan que en realidad les están vendiendo humo.
La literatura, sea poema o prosa, es un campo complejo e ilimitado, aunque contemos con un número finito de palabras. Cuando queremos despertar emociones, muchas veces lo conseguimos más a traves de la eufonía de tal o cual expresión que de lo que realmente queremos expresar con ella. Buena parte de los poetas románticos no transmiten ninguna idea nueva sobre el amor, pero sí son capaces de expresar los sentimientos utilizando sólo las palabras, porque no sólo saben cuáles utilizar sino cómo disponerlas de manera inteligente para que reflejen eso, una emoción o un pensamiento. En cambio, un periodista que escribe en su columna de opinión, que se supone que ha de llegar de otra forma al lector, puede emplear seis veces la palabra «epistemológico» sólo para darse importancia. Eso es lo que pretendía criticar.
Un saludo.