En el ámbito de la creación, uno de los géneros más interesantes es la ucronía, que consiste básicamente en construir una narración histórica con datos falsos a partir de la alteración, mediante la ficción, de uno o más hechos normalmente tenidos como reales.
Emparejada con la ciencia ficción y la literatura fantástica, la ucronía característica narra una Historia alternativa que se bifurca de la Historia en un punto específico. Se cambia el bando victorioso en una guerra, se asesina a un líder o se libera a un prisionero y toda la Historia se convierte en algo distinto a lo que aparece actualmente en los libros.
La literatura anglosajona es especialmente prolífica en el género, como explicaba Enric Quílez en Cyberdark. Entre los muy diversos experimentos ucrónicos que existen se encuentran Páginas perdidas, de Paul Di Filippo —una colección de diez ucronías que involucran a personajes como Franz Kafka, Henry Miller o Anna Frank—, y Pavana, de Keith Roberts —la sociedad contemporánea es un entorno retrógrado dominado por la Iglesia Católica, bajo la influencia del asesinato de la reina Isabel de Inglaterra en 1588.
En castellano ha habido también quien se ha internado en semejantes profundidades. El mismísimo Jorge Luis Borges lo hace en Tlön, Uqbar, Orbis Tertius, donde plantea la premisa fundamental de la ucronía:
Hacia 1942 arreciaron los hechos. Recuerdo con singular nitidez uno de los primeros y me parece que algo sentí de su carácter premonitorio. Ocurrió en un departamento de la calle Laprida, frente a un claro y alto balcón que miraba el ocaso. La princesa de Faucigny Lucinge había recibido de Poitiers su vajilla de plata. Del vasto fondo de un cajón rubricado de sellos internacionales iban saliendo finas cosas inmóviles: platería de Utrecht y de París con dura fauna heráldica, un samovar. Entre ellas —con un perceptible y tenue temblor de pájaro dormido— latía misteriosamente una brújula. La princesa no la reconoció. La aguja azul anhelaba el norte magnético; la caja de metal era cóncava; las letras de la esfera correspondían a uno de los alfabetos de Tlön. Tal fue la primera intrusión del mundo fantástico en el mundo real.
Borges vaticina que en un siglo serán descubiertos «los cien tomos de la Segunda Enciclopedia de Tlön» y que este hecho sellará la sentencia de muerte al inglés, el francés y el español: el mundo será Tlön. Para extender el vértigo del paralelismo, hay una completa relación sobre el cuento, sobre su realidad y su ficción, en esta entrada de Wikipedia.
En algunos casos la ucronía es tan seductora que conduce a algunos de sus lectores a olvidar que se trata de una obra de ficción. Lo vemos actualmente en la paranoia especulativa que rodea a El código Da Vinci, que ha llevado a Dan Brown a repetir hasta la saciedad que su novela sólo es eso, una novela. Naturalmente, los fanáticos opinan que Brown teme por su vida y que por ello no revela la veracidad de su código.
La ucronía ha conseguido terreno fértil en el cine, por supuesto. Y le ha salido hasta un hermano gemelo: el documental falso. Aquí podría extenderme mucho más, pero prefiero recomendarles la lectura de esta magnífica reseña que sobre Zelig, la película de Woody Allen, hace El Misionero.
(Sabido es que existe también quien se comporta de manera ucrónica en su vida diaria. Esos entes que convencen a los incautos de su maravilloso pasado, de sus brillantes facultades, de su novamás currículo. De alguna manera, cuando contamos lo que nos ocurrió ayer a la salida del cine, cuando hablamos de nuestro gran amor, en general cuando narramos ese hecho ficticio que es nuestra vida, estamos haciendo ucronía).
Hola Jorge, hay un ejemplo de ucronía que a mi siempre me gustó: «The man in the high castle» (o «El hombre en el castillo») de Philip K. Dick. Tan alucinatorio como el autor.
En el se cuenta que la II Guerra Mundial fue ganada por el eje de Alemania y Japón y que estos dividieron a los EEUU en dos mitades, etc.
Saludos,
Luis
Vaya por Dior!!
Me gusta tu blog. Te leo.
Me has hecho recordar a algunos queridos perdidos que sufrían de ucronía crónica.
Un abrazo y un saludo y que tengas un gran día.
Pensé que ibas a mencionar una película que está a punto de estrenarse en la que la ucronía consiste en que el ejército de Sur ganó la guerra de secesión estadounidense… en fin, otro delirio más, supongo (por supuesto que ni rozará al de P.K. Dick)
Ucrónicas podrían ser consideradas algunas películas, como las de Miyazaki (atención al próximo Howls castle moving) y algunas adaptaciones, como la lamentable de Ricardo III protagonizada por Ian McKellen.
En fin, un saludo
P.
Doctor JorgeLetralia:
No podría afirmarlo pero creo que padezco esa extraña enfermadad que describe en su nota.
Peor aún. Al parecer he ido demasiado lejos al llevarla al paroxismo, esto es, de ucronía a UCRONOFILIA.
Necesito cuanto antes su opinión.
Otros exámenes se refieren a mi conducta simplemente como Plagiotológica, con una fuerte tendencia a la Hiporiginalidad. Solo uno de ellos mencionó hipertextismo leve.
Mientras espero su evalución,dejo muchas de esas estrellitas para que repunte en esa maratón de premios 20-Ego-bloggers o algo así.
Luis, justamente sobre ese libro habla el trabajo de Quílez que menciono en mi nota. Y buscando información descubro que Fatherland, la película con Rutger Hauer donde también Alemania gana la guerra, no es basada en el texto de Dick, sino en una novela de Robert Harris. Gracias IMDB por los favores recibidos.
Portnoy, no mencioné esa otra película porque creo que es basada en Lo que el tiempo se llevó, de Ward Moore, también mencionada en el trabajo de Quílez (que además habla de utopías, distopías, space operas y hasta surrealismo, un must read). En cuanto al Ricardo III protagonizado por McKellen, a mí me aburrió, pero me causó mucha gracia el contexto en el que meten la frase famosa: «¡Un caballo! ¡Mi reino por un caballo!», mientras el jeep en el que va McKellen se atasca en el barro.
Paciente Orellana, lo lamento pero se me acabaron los placebos. 🙂
Parece que en la nueva ley de educación van a eliminar la historia y en su lugar habrá cátedra de Ucronía Bolivariana.
Ahhh, The Men in The Highcastle, le dá un sabor aún más particular al tópico ya que el pasado/presente/futuro real se devela mediante el uso de la adivinación.
Justamente, Topocho, el uso extenso del I Ching en la temática del libro fue lo que me llevó a leerlo en primer lugar, hace casi treinta años. PKDick consultó y usó las respuestas del I Ching para guiar la trama de la novela. Algo bien original. A mi parecer, una muy buena obra.
Luis
Portnoy, solo para mencionarlo, soy un fanático total de las películas de Miyazaki. Aunque sean animaciones, son el mejor ejemplo de lo que una animación debe ser. Más aun, creo que su obra pone a Disney en el estante de los soporíferos… 🙂
Luis
Ahhh.. leyendo y recordando… llego: Tambien de K.Dick hay una magnífica novela que llega al centro mismo de la Ucronía… se llama Ubik.