Buscando para la edición 128 de Letralia información sobre el octogenario cineasta boliviano Hugo Roncal, fallecido el viernes en La Paz, me encuentro esta simpática historia:
Cuando Hugo Roncal y todo el equipo de rodaje de Mina Alaska se quedaron varados en Guayaramerín, los días se hacían largos y calurosos. El hambre apretaba y el avión del Lloyd nunca llegaba con la plata prometida por Kenneth Wasson. La dueña del hotel donde se hospedaban no fiaba más, y Roncal y compañía empezaban a impacientarse. Lo que nadie sabía es que una señora hacendada del pueblo, antes Puerto Sucre, se había quedado con la plata y los pasajes enviados hacía tiempo, pues había comprado el cuerpo y el alma de Hugo Roncal, en aquel entonces un apuesto actor de cine, como se comprueba en Mina Alaska. Pero ¿quién había vendido a Roncal? El mismísimo presidente de la República, Gonzalo Sánchez de Lozada. Con la última plata que le quedaba a Jorge Ruiz, todos los miembros del equipo recibieron 20 bolivianos para comerse un lomito montado. Pero algunos ambiciosos y más hambrientos se marcharon a la zona de apuestas modestas del pueblo para comerse dos lomitos en vez de unito solo. Roncal y los suyos lo perdieron todo y se quedaron sin lomito. Pero mientras Roncal apostaba, una dama se fijaba en él, Goni se dio cuenta y ante la mala suerte de los suyos decidió vender al actor a la adinerada señora del pueblo. El precio: 50 bolivianos. Cuenta Jorge Ruiz en su libro de memorias que éste fue el primer negocio del Presidente, en aquella época un incipiente guionista de cine. Más tarde llegaron las invitaciones y las insinuaciones de la señora a Hugo Roncal y su huida del pueblo semanas después escondido en un avión del Lloyd. Ni qué decir de que el actor nunca volvió por Guayaramerín, pues las intenciones de la dama eran con boda de por medio.
Si quieren ver cómo era Roncal en aquellos años, aquí hay un poster de la película. Tendrán, al menos, una imagen aproximada.
Edición 128, se dice pronto. Buen trabajo.
Siempre el poder y sus torcidas maneras de trastocar lo hermoso.
Una historia que hace sonreír y a la vez meditar.