Ya es oficial: los venezolanos estamos vueltos un ocho. O, al menos, lo estaremos cuando esta revolucionaria ley sea ejecutada.
Los diputados aprobaron en primera discusión una reforma de la Ley de Símbolos Patrios, en la cual estiman que el caballo blanco del escudo nacional galope hacia la izquierda, y con el rostro hacia el frente. También se contempla que a la bandera nacional se le agregue una estrella más para llegar a ocho.
Los dueños de las empresas gráficas que trabajan para el gobierno deben de estar sacando cuentas, con la cantidad de papelería que les van a ordenar reimprimir.
Bromas aparte, la idea de una octava estrella no es nueva: se le ocurrió a Simón Bolívar y así lo dispuso en un decreto el 20 de noviembre de 1817. En 1821, antes de que llegara a cumplirse, el Congreso de Cúcuta lo derogó.
La decisión de recuperar esa estrella perdida es una maleta de doble fondo. En su superficie, inspirará a esos muy inspirados articulistas de tendencia antichavista que, en mi opinión, han contribuido al estado actual de las cosas mucho más de lo que están dispuestos a admitir (sin olvidar que varios de ellos no fueron siempre articulistas y alguna vez detentaron alguna parcela de poder). En el fondo oculto, servirá para que mucha gente obvie los problemas sustanciales del país y se enfoque la atención sobre una estrellita más o una estrellita menos. Olvidando, o ignorando, que entre la bandera original que Miranda izó el 12 de marzo de 1806 y la que conocemos hoy en día ha habido la bicoca de trece diseños distintos, algunos contemporáneos entre sí (y algunos, para mi gusto, francamente feos).
A los venezolanos que me leen, cuando sientan desde ahora que una amena conversación familiar o entre amigos amenaza con irse por el albañal de una discusión sobre la octava estrella, les propongo hacerse un par de preguntas: al fin y al cabo, ¿qué utilidad tienen los símbolos patrios? ¿Qué cambia una estrella en un lodazal?
Yo creo que no se trata de «utilidad» ni de «cambios», sino de significado histórico. Con ello me refiero a recuperar la historia y me parece algo muy bello. No es un nacionalismo cursi, al menos a mi no me lo parece.
Ahora, si esto va a servir para lo que aqui señalas, pues que pena, el problema ya es de quien asi lo usará, pero el hecho me parece muy bonito.
Saludos.
Buehhhno, ahí vamos de nuevo, a sacarnos otra vez el pasaporte, la cédula, la partida de nacimiento, etcétera… Millones, millones, millones…
«que cambia una estrella en un lodazal»…en este caso lo opaca m’as, en vez de hacerlo brillar…
De acuerdo contigo, Magda, en cuanto al sostén de los valores que para cada quien son importantes. Pero, en mi opinión, acometer una acción concreta en contra de la injusticia que nos rodea siempre será más importante que discutir sobre la pertinencia del diseño gráfico de una bandera.
Si, definitivamente en eso tienes total razón.
En uno de estos abriles importantes o trágicos para historia,según se vea, alguien dijo: «Vamos a recuperar el nombre que historicamente nos ha correspondido, Republica de Venezuela»; resulta que ese no es el nombre que más tiempo hemos tenido desde la independencia, lo cierto es que estaba cerca de empatar el que más tiempo hemos tenido: «Estados Unidos de Venezuela». Nos rasgamos la vestiduras por cosas…
creo q es un paso grande q estamos dando al recuperar nuestros simbolos patrios todo es cuestion de logica .Tambien podriamos decir q es en honor a nuestro libertador LIGIA LLANOS