Cita RomRod a Vargas Llosa, en ocasión del asuntico ese de la octava estrella de la bandera y el viraje a la izquierda del caballo del escudo:
El nacionalismo es la cultura de los incultos, una entelequia ideológica construida de manera tan obtusa y primaria como el racismo (y su correlato inevitable), que hace de la pertenencia a una abstracción colectivista —la nación— el valor supremo y la credencial privilegiada de un individuo.
Categoría: Fraudes y engaños
La tribu necesita del sacrificio de sus individuos, y un enemigo externo. Con esa filosofía los nacionalismos engordan la endogamia.
Hay cosas que, sean ciertas o no, es mejor decir de otra manera. La crispación también es enemiga de la cultura solidaria.
Sí, este nacionalismo ramplón va de la mano del racismo ese de decir que ahora la mayoría indígena boliviana tiene por fín a uno de los de su raza como presidente. Cambiar una injusticia por otra, un racismo por otro. O un abuso de poder por otro, como son los sueños de la Dictadura del Proletariado, asombrosamente aún vivo por estos lares. Lo que ocurre con los nacionalismos es cosa sabida: Primero se declaran nacionalistas, y luego comienzan a determinar cuál de sus connacionales merece llamarse tal. Prefiero las utopías que sueñan con borrar las fronteras.
Dice Sabater en «Los 7 Pecados Capitales» que el tipo de orgullo que considera ridículo es el nacionalista: «estoy orgulloso de ser español» (podemos cambiar el español por cualquier otro), pues comenta que es como sentirse orgulloso por tener dos pulmones, es decir, algo que uno no puede cambiar, con lo que uno ha nacido, no es algo para sentirse orgulloso.
Puede que suene algo exgerado Sabater, pero algo de razón tiene, según mi humilde punto de vista…
Amigos, lean la nota completa, rezuma racismo y desprecio.
Luis, está visto que el nacionalismo es un arma muy efectiva de los gobiernos populistas. Exalta valores irracionales (lo que menciona Tecno, citando a Sabater, sobre sentirse orgulloso de algo que es a todas luces irremediable) con el interés de cubrir las espaldas de quienes detentan el poder.
Ramón, no te entendí demasiado.
Pablo, a mí esa nota no me pareció racista. De hecho vi acotaciones al respecto en tu blog, e insisto: no veo el racismo. Si veo, en cambio, acotaciones muy certeras sobre el provecho que un gobierno populista puede sacarle a los resentimientos sociales de siempre, cuando dice, por ejemplo: «Plantear el problema latinoamericano en términos raciales como hacen aquellos demagogos es una irresponsabilidad insensata. Equivale a querer reemplazar los estúpidos e interesados prejuicios de ciertos latinoamericanos que se creen blancos contra los indios, por otros, igualmente absurdos, de los indios contra los blancos».
Pero, en fin, amigos, supongo que ha de haber un punto en común, inclusive en un tema tan subjetivo.
Estoy cien por ciento de acuerdo con Vargas Llosa. Primero hay que enfocarse en los verdaderos problemas del país antes de querer suplantar simbolismos. Hay que ser patriotas, no nacionalistas. Que Vargas Llosa exageró en su retórica? Tal vez, pero si se compara con la del “eje del bien” bolivariano, la del escritor peruano se queda en pañales.
Los procesos de identificación cultural y/o familiar son inevitables. Nos sentimos próximos a determinados individuos porque los hacemos compartir con nosotros unas determinadas peculiaridades ontogénicas. La sensación de que provenimos de un mismo tronco, de que pertenecemos a una misma estirpe (como si lo fuéramos a una misma familia: unión de sangre; recordemos el famoso RH vasco) estrecha los vínculos emocionales entre las personas. Eso está ahí y es en bastante medida es inevitable. Pero, por suerte, el ser humano es capaz de trascender sus propias tendencias filogenéticas y de actuar guiado por su sentido de la razón y la justicia. Nadie es mejor ni merece prerrogativas especiales por el hecho de haber nacido en nuestro mismo pueblo, llevar nuestro mismo apellido o compartir nuestra misma nacionalidad. Frenar esta tendencia a la endogamia territorial siempre será positivo para el ser humano. Los nacionalismos, ideologías que explotan esta tendencia emocional humana, suelen necesitar realimentarse continuamente, combatir los procesos racionales que llevan al análisis por la pura reacción visceral, por la mera simpatía sentimental. Creo que era Bertold Brecht quien decía algo así como que era preferible dejarse guian por la razón antes que por el sentimiento, por el sentimiento es más fácil de manipular que la razón. Y creo que tiene bastante razón.