El heladero asesino

La cosa fue así: hace un montón de años, mi hermano y yo estábamos zappeando en el cable cuando él recordó que Cinemax presentaba esa noche su ciclo «Bizarro», compuesto por películas extrañísimas como Tromeo y Julieta —del grupo Troma, claro— o The hand, que, fíjate tú, fue dirigida por nada menos que Oliver Stone.

Entonces pusimos Cinemax justo a tiempo para empezar a ver El heladero asesino, aunque no tengo la certeza de que ese haya sido el título en español. En inglés se llama Ice Cream Man y, no podía ser de otra manera, se ha convertido en una película de culto. En el género de terror serie B, es reconocida como la mejor película ochentosa de los noventa.

La estructura de la película sigue el patrón clásico: un chico común y corriente sufre un trauma terrible que lo desequilibra por completo y lo convierte en un asesino en serie. Lo poco ortodoxo de la película es el hecho de que el asesino es un heladero que literalmente convierte en helados a sus víctimas, en su mayoría niños. Con máquina gigante de hacer helados y todo.

Por supuesto que una película de terror con semejante trama no podía provocar otra cosa que risa, pero además tuvo otro efecto: ni mi hermano ni yo pudimos olvidarnos jamás de ella ni del actor que la protagonizó. Un tipo con la pinta perfecta para protagonizar justamente esa película: Clint Howard. El hermano menor de, adivinen, Ron Howard.

Con su calva infinita y su rostro desquiciado, Clint Howard fue un niño actor que trabajó en el cine desde los 4 años de edad. Es el típico secundario perenne, extra en muchos casos. Ha trabajado en casi doscientas películas y apenas ha protagonizado una que otra. Con todo, basta que aparezca su rostro en la pantalla y uno se acuerda de que lo ha visto en alguna parte.

Él se lo toma de buen grado, claro, como se puede leer en The Clint Howard Variety Show, el sitio donde se puede leer sobre él y bajar los capítulos de su programa:

Cuando era joven nunca me paré ante un espejo a practicar monólogos ante una audiencia fantasma. Quizás debí hacerlo.

¿Cómo di con Clint en Internet? Hace unos días le explicaba a mi hija mayor los chistes de Austin Powers in Goldmember, película de un humor ininteligible para una chica de 15 años. De pronto, por una fracción de segundo, apareció el heladero asesino en un papel mínimo ante una consola de control, quizás parodiando un papelito similar que hizo en Apolo 13 (¿recuerdan quién dirigió esta película?). Con un poquito de paciencia revisé en la IMDb buena parte de los papeles menores de Goldmember hasta que lo encontré.

Así me enteré de algunas particularidades de Ice Cream Man. Por ejemplo, que es la única película de las más de cien del director Paul Norman (también conocido como Norman Apstein) que no es pornográfica. Fue rodada en 24 días y, aunque se dice que fue financiada por los zapatos Converse, hay quienes aseguran que eso era sólo una mentirilla blanca del director. Pero la película contiene varios primeros planos de zapatos Chuck Taylor (de Converse, por supuesto) que usaban los actores.

Como insigne realizador de blue movies —un eufemismo para referirse a películas pornográficas de muy bajo, bajísimo presupuesto—, Norman hacía mucho más que dirigir: en palabras del bueno de Clint, casi todo el equipo de producción estaba compuesto por Paul Norman. Un maestro de la economía de recursos. En las escuelas de cine deberían enseñar cómo hizo Norman para tener en esta película a Olivia Hussey (¿recuerdan a la deslumbrante Julieta de Zeffirelli?) y a Jan-Michael Vincent.

Ya saben entonces a qué atenerse la próxima vez que consigan un ojo humano en un helado de mantecado. Entre tanto, los que no tengan problemas con el inglés pueden disfrutar esta entrevista a Clint Howard o este artículo sobre Ice Cream Man, ambos materiales aderezados con muy ilustrativas fotos.