El escritor boliviano Juan Claudio Lechín (La Paz, 1956), un hombre que nos conoce de primera mano y aprecia nuestra naturaleza “dicharachera, amable, generosa”, pues vivió algún tiempo en Caracas, aparece en la edición de hoy de El Nacional (por cierto como “Juan Carlos Lechín”) dando su impresión sobre el bochorno que provocaron Medero y su combo en la Feria Internacional del Libro de Bolivia. Una nota con mucha y muy justa bilis que cuenta cómo el país más pobre de América Latina fue acusado de organizar una feria mercantilista por funcionarios “de un Estado que por mercantilización del petróleo recibe 150 millones de dólares por día”.
Preveo que el objetivo real es quebrar a las editoriales bolivianas y a los importadores de libros para entregarle este mercado a las subvencionadas editoriales cubanas, que pagan centavos a sus obreros, actuando como el más barato imperialismo opresor y editando lo que le da la gana al régimen. El Cenal jamás comunicó oficialmente su retiro a sus anfitriones, la Cámara Boliviana del Libro, quienes, con altura singular ante las preguntas de prensa, respondieron que “Venezuela, a pesar de todo, es y seguirá siendo el invitado de honor”.
Lechín hace un agudo retrato de la doble moral de Luis Britto García (“su hermetismo y su mirada de pájaro me hizo temerle entonces como se teme a un inquisidor”, escribe Lechín), quien en un evento similar en Brasil, la Feria de Cuiabá, obviamente evitó convertirse en “comparsa de un desaire polpotiano” como el que suscribió en La Paz.
Cita al final de su nota a Vallejo: quiero escribir pero me sale espuma. Para los que no tienen acceso a la edición digital del diario, he dejado una copia aquí. Por cierto que fue otro JC, nuestro Juan Carlos Chirinos, quien me alertó en relación con esta nota. Él mismo descargó ya bastante bilis sobre este tema.
Permítame acotar a su afirmación «Lechín hace un agudo retrato de la doble moral de Luis Britto García» lo siguiente: No es ni por poco un «agudo retrato» lo que el autor boliviano hace de Britto García. Y no puede serlo porque para eso requeriría, en ese y en cualquier caso, de más serios argumentos.
¿Qué tal empezar por citar al menos uno de los textos de este «anestesista con mirada de pájaro»?
Nada más tentador que cuestionar la moral de un ser humano a partir de lo que ha sucedido en un encuentro casual; aún más reprobable hacerlo por lo que sugiere su apariencia.
¿Ha hecho otra cosa Lechín que destilar hiel por el maltrato recibido?
Circe, nadie ha dicho que Lechín ha retratado agudamente a LBG. Lo que ha retratado agudamente, y mucho, es la doble moral de LBG. Rasgarse las vestiduras en Bolivia en contra del mercado y asentir dócilmente en Brasil es doble moral. Para eso no se necesita citar textos de nadie.
Dice usted que la moralidad de Britto queda cuestionada en los hechos, por lo que «no se necesita citar textos de nadie». Sin embargo, para asumir como reales esos hechos, Jorge, a usted le ha parecido suficiente citar a Lechín.
¿Paradójico no?
Circe, propone usted una paradoja. Le propongo entonces empezar por las paradojas cronológicamente anteriores a la que usted cree descubrir en mi respuesta. Una paradoja: Lechín critica la doble moral de LBG y usted, aunque reconoce que Lechín recibió un maltrato, pide citas de textos de LBG —sigo preguntándome qué tiene que ver una cosa con la otra. Otra paradoja, aun, la básica: en La Paz, LBG acompaña a Medero en la entelequia aquella de que el libro no puede ser una mercancía, pero si su moral fuera impoluta habría tenido que reaccionar igual en Cuiabá. Y no lo hizo.
No se necesita citas de textos de LBG para comprender algo que está claro en los hechos. Pero ya que hablamos de citas: puede usted entrar aquí y comprobar que la feria que se realizó en Cuiabá era una feria como todas, hasta tenía al mercado editorial como uno de sus temas. Una feria que, cito de aquí, tiene entre sus objetivos el de «promover negociaciones entre los agentes integrantes de la cadena del mercado editorial». Allí no hubo reclamos brittogarcianos por el carácter mercantil del evento, lo cual a mi manera de ver —que, claro, no tiene por qué ser la manera definitiva— es una muestra clara de doble moral.
Por mi parte, no veo más paradoja que la que ya he señalado. Declino respetuosamente su invitación a seguirlas enumerando. Confirme usted que ha sido testigo de los hechos que denuncia Lechín y comenzaremos a allanar mi cuestionamiento inicial, que le preciso: abordado el espinoso tema de la moral, ¿no debería basarse en más serios argumentos que la reláfica iracunda de un tercero?