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Breve manual para producir hrönir

Publicada el viernes 30 de marzo de 2007 por Jorge Gómez Jiménez
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Peter Petrelli

El otro día yo hablaba, en un editorial de Letralia, acerca de los hrönir, que es el nombre que los habitantes de Tlön le dan a los objetos hallados por la sencilla razón de que, en su pensamiento, no existe el concepto de hallazgo. Un objeto hallado es simplemente la duplicación, levemente imperfecta, del objeto que se había perdido. El fenómeno ocurre como resultado del acto puro de buscar, incluso cuando no se sabe lo que se busca. Cosas de Borges, claro.

Hay un mecanismo más fácil para producir hrönir, y se llama (fanfarria): Microsoft Word.

Dos ejemplos. El primero es la aparición de un personaje hasta ahora inexistente, a la más pura usanza woodyalleniana (santos términos enrevesados), en la magnífica serie Héroes. Es físicamente idéntico al chico que al principio cree descubrir que puede volar, el enfermero cuyo hermano es un importante político. No diré más sobre el personaje para no estropearle la fiesta a quienes recién empiezan a ver la serie. El personaje original se llama Peter Petrelli. Pero escriba su nombre en Microsoft Word y verá cómo aparece el hrön Meter Petrelli.

El segundo es la aparición de una ciudad completa. En los registros de Tlön jamás se hace referencia a un fenómeno de tal magnitud, pero es que somos muy grandes. Basta que usted escriba el nombre de la ciudad de Nueva York en Microsoft Word y verá cómo aparece, con su mágico linaje de espejismo, la ciudad de Nueva Cork.

La mayor evidencia de que ambos hrönir han empezado a invadir nuestra realidad está en Google. Vea, por ejemplo, cómo ha empezado a aparecer Meter Petrelli, o cuántas veces ha aparecido de la nada la ciudad de Nueva Cork. La insistencia de ésta en involucrarse en nuestra realidad es tal que ya ha invadido hasta a la Wikipedia.

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Categoría: Manual de instrucciones

9 comentarios en «Breve manual para producir hrönir»

  1. Duilio dice:
    viernes 30 de marzo de 2007 a las 12:42 pm

    Pues gracias al famoso word, todos los trabajos de mi universidad que yo no transcribia directamente, tienen mi nombre mal escrito. al parecer word sabe como me llamo mejor que yo… o eso pretende.

    un saludo desde este lado del charco.

    Responder
  2. luis alejandro ordóñez dice:
    viernes 30 de marzo de 2007 a las 12:43 pm

    Increíble el caso de Nueva Cork. Hasta hoy el asunto se me había mostrado como una más de las molestias que nos genera el estrato de los programadores, pero ahora, después de haber visto todas las informaciones sobre Nueva Cork quisiera poder ir allá.

    Responder
  3. ivan loyola dice:
    viernes 30 de marzo de 2007 a las 8:41 pm

    Nueva Corcho, ni mas ni menos. Una metropolis hecha de billones de corchos de botellas de vino. Ni que decir que una de las actividades favoritas de sus ciudadanos es asistir a los wine tastings.

    Responder
  4. Robert dice:
    domingo 1 de abril de 2007 a las 12:13 am

    Nunca lo se imaginó Borges la Wikipedia.

    Responder
  5. vicente dice:
    miércoles 4 de abril de 2007 a las 10:21 am

    Word de verdad que te puede facilitar la vida tanto como complicártela. Nada como Henry Miller que se transforma en el desconocido Henry Millar, o el nuevo filósofo existencialista francés dedicado al corte y costura, Jean-Paul “Sastre”. Yo tiendo a tirar un golpe de estado y agregar todos los nombres al diccionario, lo cual no soluciona mucho; “Wittgenstein” lo tengo, pero no wittgensteiniano o wittgensteniana ni demás derivados que van estirando la bendita rayita roja a lo largo de todo el ensayo. Debería haber diccionarios especializados para caracterizar tu Word, la palabra “millar” no la uso nunca (no soy economista y de todos modos soy adepto a los “millardos”), en cambio, Henry Miller suelo citarlo con frecuencia. Es puro racismo ortográfico, ni Kafka, ni Orwell ni Hemingway ni Burroughs son corregidos, pero Uslar Pietri, en cambio, se vuelve “Pietro”…

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  6. Domingo dice:
    lunes 9 de abril de 2007 a las 10:37 am

    Excelente tu apreciación que muestra no sólo tu detallismo sino que ejemplifica esas paradojas que trae consigo la tecnología: Por un lado ayuda a resolver problemas (que generalmente han sido creados por nosotros mismos) que generan nuevos problemas para los que surgen nuevas soluciones tecnológicas que a la vez crean nuevos problemas…

    Di clases un par de semestres de informática y Google me ahorró muchísimo tiempo de corrección de trabajos. Lo único que tenía que hacer era hacer una búsqueda, entre comillas, de alguna frase que leyera en los trabajos y cuya redacción fuera sospechosamente extraña o trillada.

    Coloqué muchos ceros y creo que sirvió de algo, porque los estudiantes siempre siguieron copiando y re copiando trabajos ya publicados en Internet, pero al menos los leían y se tomaban el trabajo de cambiarles algunos términos.

    Responder
  7. Francisco dice:
    miércoles 11 de abril de 2007 a las 6:49 am

    Ha sido muy interesante mi paseo por tu espacio.
    Creo que estas haciendo una labor interesante.
    http://diariodeunfuncionario.blogspot.com
    Por si quieres hablar de literatura.

    Responder
  8. María Inés Pérez dice:
    sábado 14 de abril de 2007 a las 1:10 pm

    jeje.
    Tal vez en el enigmático diccionario de Word, estén escondidos los otros volúmenes enciclopédicos que hablan de Tlön, Ukbar, Orbis Teutrus que Borges y Bioy no pudieron encontrar. Seguro.

    ¡Yo apuesto por eso!

    Responder
  9. ivan loyola dice:
    martes 29 de mayo de 2007 a las 2:31 am

    Sin proposito de defender a guille gates, no sera que siendo la version original de word en ingles, mucho del codigo se transloca identico cuando se genera el software en espanhol? seamos sinceros, como seria la vida de un escritor sin microsoft word? no way man!

    Responder

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Mi nombre es Jorge Gómez Jiménez. Soy escritor y edito desde 1996 la revista literaria Letralia, Tierra de Letras.

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