Esta semana, mientras el trabajo se tragaba hasta el último de mis minutos, fue noticia la renuncia pública del escritor Fernando Vallejo a la nacionalidad colombiana. Justificando su decisión en la falta de apoyo de Colombia para sus actividades cinematográficas y literarias, Vallejo califica al suyo como “un país imbécil” y una “mala patria”, entre otros epítetos que ya imaginará quien le haya leído cualquier frase de más de dos líneas.
Ya que estos son asuntos subjetivos, es absurdo ponerse a discutir las razones que pudo tener Vallejo para esta su más reciente bouttade. Las razones están explicadas en su carta: la burocracia, la impunidad, el caos y todo lo demás que pueda imputársele a un país como Colombia (o como Venezuela, o como México…). Lo que nunca termina de cuadrarme, en este y otros episodios en los que está involucrado el autor de La virgen de los sicarios, es el respeto que él inspira a tanta gente.
Vamos, que Vallejo es como el loco del pueblo. Se levanta sobre un banco de la plaza y, dándoselas de maldito, nombra la progenitora de todo el que pasa ostentando como única razón su rabieta perpetua. Cuando leí El desbarrancadero me dio la impresión de estar en una calle en reparación. Taca taca taca taca, llega el momento en que el ruido se convierte en parte del ambiente y ya ni te molesta. Despotricar constantemente puede ser una buena forma de impresionar a alguna gente, quizás la misma gente dicharachera que suele tomar el control de las conversaciones para dar lecciones de moral y demostrar a viva voz su labia florida.
Percibo la renuncia de Vallejo a su colombianidad más como un acto simbólico que otra cosa. Una pataleta innecesaria por demás. Como cuando el chico malcriado se tira en el piso del supermercado, gritando y lanzando puntapiés para hacerle pasar una pena a la mamá. A mí me parece que en realidad es un tipo que ha aprendido a insultar de maneras graciosas e ingeniosas, como cuando dice que Dios existe pero no sirve para un carajo, o que en Colombia el mal persistirá mientras haya colombianos. ¿Radica allí la genialidad que le atribuyen a Vallejo?
-Bueno amigo,lo que sucede es que hay que ver la forma de vida que la colombianidad representa,dentro de lo que se encuentra a veces no creer mucho en nadie,manera burlesca de su cotidianidad,vista en positivo,es una mezcla a veces llena de un odio hacia los problemas internos de su País y los suyos,y esa manera de Vallejo decírle al colombiano,»el que no sirva que se vaya para Venezuela» eso ellos lo ven como un halago a querer profundamente minimizar otro País cercano a ellos,sienten que el es la voz de lo certero porque ellos mismos son así.Y eso no es terrible,es simplemente genial!muy inteligente de su parte llegar a esas raices,para sus admiradores.
-Yo conozco un buen escritor amigo aquí donde vivo y el me halaga deciendo por ejemplo,ahh estuve de vacaciones en tu bello País,fué estupendo,claro casi todas las vacaciones,la pasamos manejando con los vidrios del auto cerrados,no fuera a ser que nos atracaran.ves?una cosa halagadora,la terminan con algún texto así.y esa es la forma de Vallejo indudablemente.Por eso encanta.
Un abrazo virtual y una felicitación por tu premio!Buena elección.
Hasta la próxima.Day.
Hola Jorge! Hace poco estuve en «Enigmas Express» y vi este comentario:
» Estimados clientes y amigos,
El 30 de noviembre de 1993 abrió sus puertas la Librería Monte Ávila
Editores a los lectores de esta ciudad. Con los años y con mucho esfuerzo,
la librería no sólo se convirtió en el lugar de encuentro de escritores,
artistas, profesores, estudiantes y lectores en general sino que irradió su
encanto más allá de las fronteras de la ciudad y del país. La librería del
Teresa fue desde sus inicios, una clara referencia de librería cultural,
donde tuvimos la suerte y la dicha de ofrecer todo el catálogo de la casa,
nuestra querida Monte Avila, además de todos los fondos editoriales que
pudimos adquirir para nutrir una buena oferta bibliográfica, creyendo
siempre en la bibliodiversidad.
El martes 8 de mayo del presente, a las 7:20 p.m., la librería cerró sus
puertas. Nos embarga la tristeza lógica de dejar atrás el esfuerzo de casi
catorce años pero nos sentimos contentos y complacidos de haber entregado lo
mejor de nosotros y haber logrado hacernos presente en el mapa personal de
librerías de cada uno de ustedes y en la memoria de esta ciudad.
Vivimos momentos de esplendor y también tiempos de incertidumbre. Junto a un
nutrido grupo de compañeros y amigos que formaron parte del personal de la
librería en sus diferentes momentos, tuve la suerte de estar antes y después
del cierre de sus puertas. Junto a Katyna y el equipo inicial, vivimos
emocionantes tiempos de apresuramientos para la apertura. Hoy, junto a mis
compañeros, Katiuska, Amelis, Iraida, Yudely, Carolina, Alexander, Rita,
Fabiola y Yanelys, hemos vivido momentos de profunda tristeza pero nos
sentimos orgullosos por el trabajo realizado.
Son muchos los nombres que deberíamos mencionar y más las historias que se
tejieron dentro y alrededor de la librería, sin embargo, no es tiempo de
contar historias, ya tendremos ocasión para hacerlo. Por lo pronto, deseo
hacerles llegar nuestro más profundo agradecimiento por habernos apoyado
todos estos años y haber sido ustedes los más importantes actores de esta
obra.
Hasta pronto.
Ángel R. García – Librero
monte avila muere | 05.12.07 – 4:05 pm | # »
Jorge, la genialidad de Vallejo no radica (o no solamente) en su arte de injuriar. Éste es la puerta de entrada a una forma de ver el mundo que defintivamente no deja impávido a nadie. Es, también, la iracunda puerta de entrada a una inteligencia feroz. En esa inteligencia radica la genialidad de Vallejo, quien ha escrito un libro original y erudito, Logoi (1983), donde plantea algo muy interesante: que la literatura es en realidad una grámatica, un pozo de palabras y expresiones idénticas que los autores no hacen más repetir.
También es autor de dos biografías, una sobre Asunción Silva y otra sobre Jacob. Tiene un libro de ensayos sobre biología y uno sobre física…como ves, es una inteligencia que parece desbordarlo en su afán de entender las cosas…y una vez que las entiende, Vallejo no hace otra cosa que destrozarlas…
Desde la primera vez que leí a Vallejo la cuestión del conflicto con el país era evidente. Por aquella epoca Francia realizaba pruebas atómicas en los atolones del pacífico, y el proponía que en lugar de desperdiciar las bombas allá deberían lanzarlas sobre el país. Siempre fue un incendiario pero no tanto por odio como por la certeza de la crítica a flor de piel. La nacionalidad es algo que se lleva dentro o no se lleva, incluso puede ser solo cuestión de formalismos.
Comparto el comentario de Raul Harper… eso de renunciar a la nacionalidad es una pose más de Vallejo… Yo sostengo, parafraseando a Sartre que «la única libertad que el hombre no tiene, además de la de no poder dejar de ser libre, es la de no poder renunciar a su nacionalidad». Además eso de hablar paja de todo el mundo siempre ha dado buenos dividendos…en todas partes ¡O no!
A ver, leí El Desbarrancadero y, al principio, lo disfruté mucho. Después mi ánimo fue decayendo debido a que el insulto y la bravata se repetían en fondo y forma. Sin embargo, debo decir que aunque no está en mi ánimo discutir sobre la genialidad o no de Vallejo, sí lo considero muy divertido y eso es mucho en la literatura actual. De paso lo digo, me parece mucho mejor que ese plomo, que en paz descanse, llamado Roberto Bolaño y al cual, por mucho que le lea, no le veo lo genial.