El Ministerio del Poder Popular para la Cultura está difundiendo el Libro blanco sobre RCTV (PDF, 9 Mb), un abultado compendio de razones expuestas por el gobierno venezolano para no renovarle la concesión al mencionado canal. Paso en vuelo rasante por parte de tres de sus primeros párrafos:
La no renovación de la concesión otorgada a RCTV, al término de su vencimiento, es una prerrogativa legal del Gobierno, pero, además, una exigencia de la sociedad civil venezolana ante las graves faltas en materia de responsabilidad social de la empresa mediática RCTV.
¿Qué porcentaje de la sociedad civil exigió que no se renovara la concesión otorgada a RCTV? ¿Realmente tiene derecho un sector de la población a exigir actos de censura, decidiendo por todo el resto de los ciudadanos? En ese caso, ¿existe la posibilidad de que otro sector de la población exija el cese de operaciones, mediante la no renovación de la concesión o mediante cualquier otro recurso, del canal del Estado, Venezolana de Televisión? Por ejemplo, yo podría argumentar que a mis hijos no les gusta la programación de este canal, tan impregnada de política y dedicada a calificar de vendidos o engañados a quienes no apoyan al gobierno, pues es sabido que VTV es Globovisión al revés. Me pregunto, ¿valdrían mis argumentos? Yendo un poco más profundo en el problema de fondo: si el gobierno decidiera atender honestamente los reclamos de cada sector de la población que manifestara su descontento con algún medio de comunicación, ¿quedaría en pie algún medio?
La concentración de poder que poseen los medios radioeléctricos en Venezuela y el monopolio que detentan en la elaboración del mensaje, no sólo han traído como consecuencia la imposición de gustos y modelos de conductas inadecuados a través de sus programas, música y publicidad, sino también han implicado su utilización para delinear preferencias en el ámbito de la política.
¿Quién determina cuán inadecuado es un modelo de conducta? En RCTV escuché por vez primera a Barry White, uno de mis cantantes preferidos. ¿Escuchar a Barry White es un modelo inadecuado de conducta? ¿Por qué? ¿Porque a los autores del Libro blanco no les gusta Barry White? Supongamos que a mí no me gustara algún tema de música de protesta que tanto difunden en VTV, ¿podría yo pedirle al gobierno que no difunda más música de protesta en VTV por considerarla generadora de «modelos inadecuados de conducta»? En cuanto a delinear preferencias en el ámbito de la política, ¿no es justamente eso lo que hace VTV constantemente?
La evidente afinidad de los medios de comunicación en Venezuela con los sectores más antidemocráticos ha provocado que desde los inicios de esta década la seguridad de la Nación y la estabilidad de la democracia hayan estado en constante riesgo. Los medios se erigieron como líderes de la oposición y asumieron una estrategia de constante tergiversación y manipulación de las políticas públicas establecidas por el gobierno bolivariano en todos los ámbitos sociales, educativos y económicos, además de imponer una estricta censura que impidió la pluralidad de opiniones.
Si los ejecutivos que dirigen un grupo económico como 1BC participan en actividades delictivas como las comentadas en este párrafo, ¿no podría el Estado abrirles juicio y sentenciarlos de acuerdo a los delitos imputados? Es probable que el Estado venezolano decidiera tomar la «vía rápida» —con argumentos variopintos que van desde el establecimiento de modelos inadecuados de conducta (como escuchar a Barry White) hasta la fantasmagórica exigencia de una sociedad civil en la que no me siento incluido, dado que ni exigí ni exigiré nunca el cierre de un medio de comunicación— por una razón simple: el Estado sabe que un procedimiento legal sería ineficaz para sus intereses.
Son sólo algunas de las preguntas que podría uno hacerse leyendo el volumen de 184 páginas. Son preguntas de respuesta borrosa, todas, pues la respuesta varía dependiendo de la perspectiva de quien intente responderlas. Y es ese justamente el punto: ya que nadie puede establecer lo que es correcto o incorrecto en materia de libertad de expresión, y como una limitación puede ser para unos un acto de justicia pero para otros una vulneración del derecho a expresarse, este derecho debe ser respetado por encima de toda otra consideración.
Que contradicción: que lo difunda el «Ministerio de la Cultura …». Infiero entonces que las manifestaciones culturales también pasaran por las manos de la «sociedad civil» que decidirá si es apropiada o no: inevitable recordar el artista plástico de «Fresa y Chocolate» y su autocensura. Saludos!
Desde luego que el tema requiere de un debate mucho más profundo que el que este espacio permite. Coincido en que ese debate tampoco se ha dado fuera, y hasta allí le acompaño en su cuestionamiento.
La discusión sobre la incidencia que la televisión ejerce sobre la gran masa ha quedado reducida a círculos intelectuales, y dentro de éstos al escarceo de aislados semiólogos.
Soy pesimista en cuanto a la posibilidad de ese debate cuando se sostienen afirmaciones como esta: «¿Realmente tiene derecho un sector de la población a exigir actos de censura, decidiendo por todo el resto de los ciudadanos?».
Sobre esta pregunta, en modo alguno inocente, sí pudiéramos debatir. Al menos sobre su primer aserto. ¿Tenemos derechos a exigir actos de censura sobre la televisión que consumimos? Le respondo enfáticamente que sí, que es un derecho ciudadano tan legítimo como cualquier otro. Mil veces sí en el caso de nuestro país, cuya televisión ha sido -y sigue siendo- tan de pésima calidad.
Su comentario sobre esta publicación estatal no sólo tiende a quedarse en lo superficial. En el enmarañado contexto político venezolano contribuye a distraer el verdadero objeto de la cuestión.
Un saludo.
Jorge, estos dos últimos post son de una brillante y lúcida serenidad. Gracias por eso.
Un comentario restrospectivo que, a mi parecer, recuerda otras genealogías:
Hace años, cuando el incivil Ayatolá Jomeini decidió que el escritor Salman Rushdie debía ser asesinado por el horripilante delito de apostasía, por el solo hecho de escribir Los Versos Satánicos, Günter Grass o V. S. Naipul (nunca recuerdo cual de los dos) comentó con irónica inteligencia que ésa sí que era una forma extrema de crítica literaria.
La decisión de Jomeini era concordante con la legislación del estado teocrático iraní y fue apoyada, en efecto, por un importante grupo de partidarios en diferentes lugares del mundo. De hecho, su crítica literaria implicó la muerte de más de treinta personas en Turquía, así como el asesinato de un par de traductores del libro.
La fatwa de Jomeini era, sin embargo, un edicto religioso plenamente legal.
Tengo la impresión que, con algo menos de barbarismo, pero con el mismo sentido de inequidad, el neogobierno bolivariano intenta legitimar una posición análoga desde una legalidad que se escribe en una tinta conocida: esa tinta es el poder. Esa tinta es el peligro milenario que implica dejar al poder decidir unilateralmente el destino de las acciones humanas.
Siempre me ha parecido que lo realmente contastario, lo realmente libertario, reside en oponerse dignamente a ello.
Un abrazo.
El asunto, Jorge, es que detrás de todo este discruso con ínfulas de discusión intelectual, con el que se redacta dicha publicación, sólo hay una frase, venezolanísima: «Coge línea». Todo lo que se pueda decir de RCTV en cuanto a valores e impacto cultural se puede aplicar a toooodos los medios venezolanos (excepto Vale TV). De hecho, luego de ver algo de la programación de Tves, descubro que, al menos técnicamente, el nivel de RCTV es altísimo. Luego de eso, sólo hay una pantomina de pluralidad con un discurso único. Eso sí es digno de discutirse en la Venezuela de hoy. Un abrazo.
Ah, y muy lúcido el comentario de Rodrigo. Cuando lo «progre» viene de militares o marxistas, me asusto.
Jorge, esta nota es también excelente.
Efectivamente el problema está en que quienes ejercen el poder, siempre, procuran imponer sus razonamientos y verdades a todos quienes disienten de ellos. En este caso, además, ejercen el poder exigiéndonos que creamos en que sus razones son verdad y son impecables, exentas de todo error. Además, ya se nos ha advertido de distintas maneras y en distintas ocasiones: si no cedemos a creer en sus verdades, sin ninguna clase de duda, sólo somos merecedores de todo su desprecio y manifiesta intención de aniquilarnos. ¿Se puede sostener a un país de este modo?
El poder envilece, por ello, no podré otorgar crédito pleno a quien pretenda instaurarse como censor.
Los debates están abiertos, pero ¿se puede debatir algo con quien posee tanto poder? Esto aplica no sólo para cualesquiera de los medios económicos sino, muy especialmente, para todo gobierno.
Lo grave es que es el gobierno quien en primer témino tiene el deber de tender puentes, sin amenazas de que si no los cruzamos o de si no lo hacemos al ritmo y del modo en que ellos quieren que los crucemos, nos empujarán al vacío.
Buena reflexión la de Rodrigo Coll. Comentar entonces que no renovar la licencia era del resorte del Gobierno. No la renovó, y punto. Pero pienso que es sano para una democracia tener oposición. También, entiendo que el Gobierno de Hugo Chávez ha ganado, una tras otra, no sé cuántas elecciones. Así que de legitimidad no estamos hablando. Lo que sigue es esperar a ver los nuevos contenidos, que me imagino serán tan torpes como de baja calidad técnica. Y ojalá no se abra un camino al hegemonismo (me refiero a que Globovisión y los demás sigan siendo autónomos). Abrazo.
Jorge tus reflexiones sobre los párrafos que te interesaron no hacen ni una arruga. Pero creo que a estas alturas un debate intelectual sobre libertad, derechos etc. es sólo una forma de abordar de manera panorámica el problema… y me explico:
Recordarás que hace algún tiempo el presidente solía mencionar con frecuencia y admiración a Nietzsche ( hasta recuerdo que más de una vez dio su versión del ideal apolíneo)… si tenemos esto presente podemos intuir por donde van los tiros. Sabemos que Nietzsche fue el filósofo del nazismo… y haciendo un ejercicio de memoria me permito enumerar los ocho puntos del programa de gobierno de Hitler:
1) Reunión de todos los alemanes en una gran Alemania; igualdad de derechos con las demás naciones; supresión de los tratados de Versalles y Saint-Germain; recuperación de las colonias; ejército nacional y no profesional.
2) Racismo interior según el cual los no arios se excluían de la vida política.
3) Obligación de trabajar.
4) Anticapitalismo: supresión de los ingresos obtenidos sin trabajo; estatización de los trusts; participación en los beneficios de las grandes empresas; ampliación del sistema de asistencia a la vejez.
5) Defensa de la clase media y supresión, en particular, de las grandes casas de comercio.
6) Expropiación de todos los latifundios.
7) Convergencia de todas las actividades hacia el interés nacional; particularmente sumisión de la prensa al bien público.
8) Gobierno autoritario y centralizado.
Cualquier parecido con el Socialismo del siglo XXI etc… y el parecido se hace más evidente si en el punto 1 sustituyes “la gran Alemania” por “la gran Nación Latino-Americana” y “los tratados de Versalles etc.” por “los acuerdos con el FMI etc.”. En el punto 2 sustituyes “los no arios” por “los no revolucionarios” y en el punto 5 “la clase media” por el redefinido concepto de “pueblo”. Lo demás se puede dejar igualito.
De manera que hablar de libertad, justicia etc. hoy es tan patético como lo fue entonces- En consecuencia, a mi entender sólo nos queda dos posiciones: a) la que sugiere Coll “de oponerse dignamente” ( aclarando lo que él entiende por dignamente) y b) reflexionar estoicamente sobre la famosa frase de Brenno: Vae Victis.
Saludos cordiales
Ermanno
Jorge, me alegra leer tu nota tan lúcida y, por qué no decirlo de una vez, valiente. Saludos, tienes en mí a un amigo
Oye, Jorge, ¡Felicitaciones! Discúlpame que llegue 20 minutos tarde. ¡Enhorabuena! Abrazo.
¡Vaya! Has tenido un par de días libertarios. 🙂
Siempre pensamos que la democracia era ir a votar, y ni siquiera eso sabemos hacer. Creo que estamos aprendiendo, a fuerza de carajazo limpio, lo que significa tener democracia.
Espero que lo aprendamos antes de que sea más doloroso.