Este señor se llama Simón Calzadilla, pertenece a un partido que nunca se sabe si está a favor o en contra del presidente Chávez, y es diputado en la Asamblea Nacional de Venezuela. Hoy sale en esta nota criticando el control de cambio, medida que a su juicio (y al mío) es desastrosa para la economía, pues en la práctica sólo ha servido para incrementar la burocracia, acentuar la exclusión y llenarle los bolsillos a los jerarcas del gobierno, quienes viajan a cualquier lado con los gastos pagados, sin tener que llevar montañas de documentos ante un funcionario que si está de malas lo hará bailar el tamunangue, y ciertamente sin tener que ceñirse a cantidades límite en las divisas que pueden manejar. La Quinta República se burla del ciudadano con la misma sonrisa que la Cuarta República. Lo único que cambia es el color de la camisa.
Pero ese no era mi punto, o al menos no el único. Mi punto era el tercer párrafo de la nota donde sale Calzadilla:
«Si usted calcula el precio de un Blackberry en Venezuela con el precio de uno en Colombia (…) o Estados Unidos, se encuentra que el dólar al que se calcula aquí es 10 u 11», aseguró Calzadilla.
Es decir: la mayor preocupación de este señor es que el Blackberry le salió muy caro. Semejante divorcio de la realidad, en un país al que lo están destruyendo la pobreza, la inseguridad y, muy importante, la corrupción, es lo que hace que uno termine cogiéndole asco a esta gente, que se monta en el poder para disfrutar de una vida de reyes sin tener que trabajar. Desde que leí la nota esta mañana, ha resonado en mi memoria esta escena de El lado oscuro del corazón:
Este boludo hace con miga de pan unas pijitas que dicen: «Sonríe, en este momento un político te está cogiendo».