Sí, leer excita, al menos en lo que respecta a las neuronas. Un estudio —carísimo— de la Universidad de Washington en Saint Louis, dirigido por la doctora Nicole K. Speer, reveló que el cerebro «recrea» las imágenes que aparecen en un texto narrativo, excitando unas áreas específicas cuando un personaje realiza una acción y otras cuando se describe un paisaje. Veintiocho personas fueron invitadas a leer un relato en un dispositivo electrónico, durante cuarenta minutos, dentro de un escáner. Los resultados de la investigación fueron publicados en la respetada Psychological Science, pero como el acceso al texto completo cuesta 35 dólares fuertes y además está en inglés, quizás deseen conformarse con el resumen publicado hoy en El Universal de México:
Los cambios en los objetos con los que interactuaba el protagonista de la historia («tiró de una delgada cuerda») se asociaron con aumentos de actividad en una región en los lóbulos frontales vital para el control de los movimientos de sujeción. Y los cambios de locaciones (como: «atravesó la puerta y entró a la cocina») se ligaron con una mayor estimulación en partes de los lóbulos que se «encienden» cuando el sujeto observa imágenes o escenas.
Claro que esto ya lo sabíamos. Uno de los máximos placeres de la lectura es el recuerdo a posteriori, cuando estamos sentados con amigos en un café y alguien menciona un libro que uno ya disfrutó. Entonces ocurre la magia. Aparece Remedios la Bella ascendiendo al cielo en las sábanas de bramante de Fernanda del Carpio (y el cielo que imaginas es el cielo que viste desde niño en el patio de tu casa); aparece una llanura verde, algo amarilla por el maíz maduro, desde donde puede verse el pueblo donde te dijeron que vivía tu padre, un tal Pedro Páramo (y la llanura y el pueblo se parecen tanto a una llanura y un pueblo que descubriste al otro lado de un cerro, en tu adolescencia), aparece Fernando Vidal recorriendo las cloacas de Buenos Aires (y recuerdas los túneles del sótano del Ingenio Bolívar y recuerdas, además, que los recorriste agradecido de que no fueran tan intrincados como las cloacas de Buenos Aires). Lees y recuerdas, lees y recreas, sin que haga falta una resonancia magnética para saber que leer excita.
Me gusta aquella reflexión orteguiana: Un destino se cierne sobre cada escrito. Una verdadera suma de avatares, a la que podemos llamar Destino Comunicador. En el confluyen las remembranzas de sensaciones vividas y el germen inagotable.
Lo escrito se pone a la disposición del lector. Supone una invitación permanente.
Al leerlo, se amplian las vivencias personales de todo tipo; y como tales, se registran en las redes neuronales. Sí, estarán activadas determinadas áreas cerebrales; como en cualquier actividad humana.
Lo fascinante se sitúa en torno a las facetas de la lectura abiertas a los viajes de la mente, como una fastuosa creatividad libre. Afortunadamente libre.
Confío en las ondas cuánticas, energías y dimensiones desconocidas; para que nunca se lleguen a encasillar las potencias lectoras de nadie.
Ahora bien, no confundamos tampoco lectura con bondades. Los caminos iniciados con esa excitación se dirigen a metas idílicas, intrascendentes o nefastas. ¿Cómo deslindarlas?
Saludos cordiales.
A mí, desde luego, leer me «pone»… Tu post me ha resultado mayúsculamente estimulante y satisfactorio.
Palabra de bibliotekaria.
http://bibliotekaria.blogspot.com
Leer es un placer de acuerdo al gusto de cada persona, a mi amigo le emociona leer revistas de mecánica, en cambio a mi me fascina la literatura de misterio… La palabra crea una conexión muy fuerte entre nuestra mente e imaginación. Es algo que no se compara con el cine o la TV, porque en la lectura podemos trabajar nuestro cerebro y crear una realidad ficticia, que nos hace sentir tantas cosas.
Así como me hizo pensar cuando apenas leí el titulo de esta nota: leer excita, jeje.
Gracias por compartirlo, y disculpa mi interrupción, no me aguante. Espero no le moleste.
Saludos