Israel Centeno acaba de publicar su novela Bajo las hojas, que el año pasado fuera una de las diez finalistas del Premio Planeta-Casa América. La historia, según indica la promoción de Alfaguara, sigue el hilo narrativo que comenzó con Exilio en Bowery y que continuó con Criaturas de la noche, y trata de un escritor que parte a Londres convocado por los propulsores de un proyecto, y se ve envuelto en una serie de episodios que son narrados con la característica estética gótica del autor.
Pero de lo que quería hablarles es de la entrevista que le hizo Ana María Hernández, publicada hoy por El Universal . Y hay que decirlo: cuánta claridad demuestra Israel cuando habla del lamentable momento que vive Venezuela actualmente, y de las elecciones parlamentarias que se celebrarán el próximo domingo.
Deberíamos estar más esperanzados ante este proceso al que vas con las manos atadas: no vas a elegir sino a tomar la mejor decisión del mal menor, y eso desvirtúa la democracia. Nosotros no tenemos democracia desde el momento cuando ni siquiera podemos decir «voy a votar por este proyecto aunque no tenga chance». O «me da la gana de votar nulo», e incluso, decir «en este proceso electoral no quiero participar». Esa sería una situación normal, en democracia plena. La libertad es opción, y por ahí también va Bajo las hojas.
A menos de una semana de los comicios, las campañas de ambos bandos son estremecedoras. Por un lado el gobierno promete más control y más impunidad, amenaza con negarle recursos a comunidades que voten en contra y vulnera repetidamente la ley electoral que fuera promulgada desde el poder mismo. Por otro lado una oposición carente de otro proyecto que no sea salir de Chávez, se muestra cansada de tanta intentona fallida —incluyendo la comedia el golpe de estado del 11 de abril de 2002—, sin líderes con peso real y con un discurso limitado a asustarnos con lo que pasaría si el chavismo vuelve a arrasar en la Asamblea Nacional, olvidando convenientemente que en las elecciones pasadas esos mismos líderes abandonaron el proceso suponiendo que con eso iban a ocasionar qué sé yo, la caída del sistema, la invasión gringa o la caída de un meteorito sólo-mata-chavistas.
Pura ficción, dice Centeno. Y es aquí donde la entrevista vale oro (el destacado es mío):
Sobre el 11 de abril lo que existe es ficción, no realidad. No hay algo fáctico, comprobable, porque ellos [gobierno] lo convirtieron en ficción; y la oposición, quizá por esa falta de garra política de imponer una comisión de la verdad que volviera tangibles esos hechos, dejó que se diluyera en esa ficción. Desde el 98 a esta parte, se está haciendo ficción constantemente. Sobre el paro petrolero no se sabe exactamente qué pasó. No sabemos si jugaron unos intereses para quebrar a otros. Vamos creando un imaginario ficticio, y el país se ha convertido en una gran novela con muchos relatores dentro del poder; y permanentemente ves a los periodistas del Estado reescribiendo la realidad, forzándola, alterando videos, inculpando, porque ellos necesitan generar esa realidad que entra dentro del campo de la ficción.
Grande Israel. Este es el tipo de cosas sobre las que debiéramos estar reflexionando los venezolanos de uno y otro bando.
Por cierto, Alfaguara aún no publica información oficial sobre la novela. Sólo una breve página informativa que informa poco y mal, como verán si entran y se fijan bien.
Pues… si sigue la cosa así, habría que candidatearlos para el Nobel de Literatura…