El otro día, en una conversación informal, Alberto José Pérez me deslizó la sugerencia de impulsar la postulación al premio Nobel de Literatura, por lo pronto muy hipotética, del poeta Rafael Cadenas.
El procedimiento para proponer a alguien al Nobel no es en modo alguno el laberinto burocrático que la gente supone. En 2006 publicamos en Letralia el artículo “El testamento de Alfred Nobel”, de Lilian Fernández Hall, donde enumera las personas y entidades que pueden elevar una postulación:
El grupo que tiene posibilidades de nominar es selecto, pero creciente: los mismos miembros de la Academia, escritores que anteriormente hayan sido galardonados con el Premio Nobel de Literatura, profesores universitarios de literatura o lenguas de cualquier universidad o instituto superior de cualquier parte del mundo y presidentes de las respectivas organizaciones que agrupan a los escritores de un país. Una advertencia para quienes no puedan evitar caer en la tentación: nadie puede nominarse a sí mismo. Las propuestas deben llegar a conocimiento de la Academia a más tardar el 1º de febrero y tienen por supuesto más peso si se acompañan de una motivación. Todas las nominaciones registradas en la Academia son estrictamente confidenciales, y ése no es un problema: nada les gusta más a los académicos suecos que callar.
La idea de postular a Cadenas al Nobel no es nada descabellada. El ganador del premio FIL y reciente ganador del García Lorca tiene una carrera sólida y de prestigio inabarcable. Hoy por hoy es una de las voces más elevadas de las letras latinoamericanas y su figura incombustible está más allá de traumas exclusivistas y mezquindades.
Además, claro, creo (y si no, no lo escribiría aquí) que él lo merece.
La postulación actualmente no existe más allá que como idea. Pero bastaría con que se animaran algunos profesores universitarios de literatura o lenguas de cualquier universidad, como explica la nota de Lilian, y se podría poner en marcha el procedimiento.
Ya escribió Cadenas en Sobre abierto (2012):
Concédele al poeta,
si la humildad no lo ha abandonado,
las palabras justas
para su tarea: no decir lo que se espera
sino
ser vocero
de la más oculta necesidad.
Y es eso, pues. Cadenas es ese vocero y me parece pertinente que lo intentemos.