Por alguna razón, EFE ha consentido a Vargas Llosa desde hace algún tiempo dedicándole una nota al menos cada semana. Siempre habla de lo mismo: de La fiesta del Chivo en papel o en celuloide, de La tentación de lo imposible o de política.
Sin embargo de cuando en cuando dice algo realmente interesante y ese es el caso del sábado pasado. Vargas Llosa comenta que, pese a haber escrito todo lo que ha escrito, pese a tener la vasta experiencia que tiene, sigue sufriendo de inseguridad cada vez que afronta un nuevo texto.
Creo que no sólo no he cambiado sino que tengo más inseguridad, más dudas, más incertidumbres, incluso más miedo frente a la obra por hacer que cuando empecé a escribir. (…) La verdad es que yo he tenido siempre mucha dificultad para escribir, incluso para escribir textos breves; los artículos, por ejemplo, a mí me toman muchas horas, los rehago, nunca he tenido facilidad.
Pero aporta, y he aquí lo valioso, una clave para quienes sufren de este mal. Cito ahora al redactor de EFE, que lamentablemente no tuvo el tino de dejar las palabras textuales de MVL:
Dijo posteriormente que envidia «mucho» a los escritores que escriben de «un solo envión», que indicó hay muchos y que a veces son magníficos y que no necesitan casi corregir porque sus primeras versiones las hacen mentalmente.
Lo comento porque este es un tema recurrente en las conversaciones con amigos escritores: eso que llaman «el terror a la página en blanco», y que no es otra cosa que el gran vacío mental que produce la inseguridad ante lo que va a decirse y cómo va a decirse. Pues MVL menciona aquí, como de pasada, una manera —supongo que hay miles, esta es la que me funciona a mí— de exorcizar tales espectros. La elaboración minuciosa del texto en silencio, lejos del lápiz o el teclado, permite imaginar todas las salidas posibles a cada situación que haya de escribirse. Cuando todo el texto ha sido prefigurado en la intimidad de la mente, el camino al papel es más expedito y hasta es posible hallar el tono con el que deberá abordarse.
Sin desdeñar todas esas afirmaciones sobre la página en blanco, su uso y lo que represente para cada persona, me permito aducir algunos matices en estos debates:
Como inicio, la página en blanco es apasionante, limpia de prejuicios y convenciones. Apertura total. No sería mala cosa enfrentarse a ellas siguiendo los impulsos más íntimos y genuinos, sin demasiadas influencias externas.
Si bien hay un sinfín de páginas en blanco en cada domicilio, como privadas, son un simple atributo de su propietario. El uso que harán de ellas es tan diverso como autores existan.
Y un matiz final, abogo por más páginas en blanco de carácter público. La escritura sobre ellas nos adentra en ese diálogo cada vez más escaso en la literatura y en la vida. Es decir, páginas en blanco ansiosas de recibir esas colaboraciones peculiares que a todos nos puedan enriquecer. Un ejemplo, LETRALIA, EL INCONFORMISTA, esta bitácora; pero, tantas, tantas, y además receptivas, no veo.
Saludos cordiales.
Amigo Jorge, la página en blanco es uno de los terrores de mi escuela (Comunicación Social UCV)… más cuando el estudiante se siente tan desnudo como la página en blanco y tan vulnerable a la libertad. Suena extraño, pero es insólito ver cómo en los primeros semestres los chicos pedimos «pautas» para escribir, preferimos un poco de límites. Esa libertad también se frena por la pregunta «¿¿tengo algo interesante qué decir??»
Más adelante nos preocupa es «decirlo bien»… y en gran parte se nos va la vida en aquello de la forma y no el fondo, en la prisa y no la profundidad. Grandes discusiones entre literatos y periodistas.
Ahora, vamos al otro lado de la barra… ¿Y el terror del blog en blanco? ¿Cuál es el índice de bitácoras abandonadas por ese terror al qué decir hoy? Sucumben ante la cotidianidad en un océano binario…
Creo que es mejor narrar para sentir, para sentirnos vivos, sea de un solo tirón o tras mil borradores… pero decir, sentirse en otro.
Yo encontré una cura para mi «pereza de la página en blanco» (que no terror): monté uno, dos, tres blogs y me puse a escribir.
saludos
>>Creo que es mejor narrar para sentir, para sentirnos vivos, sea de un solo tirón o tras mil borradores… pero decir, sentirse en otro.<< Cuanta verdad... La cosa es escribir, dejar salir lo que hay dentro. Lo demás, si ha de venir, vendrá solo. La cosa es leerse uno mismo y decirse: "¿de verdad eso tan -intercalar adjetivo apropiado a la calidad de lo escrito- estaba ahí?" Una torcida mental, un poco cómica, que se me ocurrió con la imagen esa del temor a una página en blanco: mientras que el temor se puede repetir con cada una de las páginas que vamos a empezar a escribir, ¿se imaginan si las páginas nunca se hubiesen inventado y nos alcanzaran, hoy en día, uno de esos rollos de papel de embalaje junto con la orden: llénalo? 🙂 Luis
¿Y quién dice que esos terrores son malos? ¿No es superarlos el reto? ¿Y quién sabe si el paso por el terror es lo que hace de una simpleza algo digno de leerse?
Mmm, ¿qué hubiera pasado si la página no se inventó nunca? Imagínense ir a la librería a comprar papel para escribir y lo único que hay son abultados rollos del tipo de papel para embalaje. ¿Cuál sería el azoro de tener que llenar de letras uno de esos cilindros infinitos? Nada menos de un rollo sería aceptable.
Se me ocurrió esa imagen mental cuando leí lo del temor a la pequeña página en blanco… Algo para que P.K.Dick escribiera una novela, estoy casi seguro…
Bueno, por hoy, me voy con mi rollo a otra parte.
Luis
Keruack escribió On the road en uno de esos rollos.
Gracias por la referencia, McC. No conocía el dato. I stand corrected.
Defenitivamente, hay algunos escritores que se cortan un dedo y sangran palabras.
Luis