El terremoto de Chile dejó incomunicada a buena parte de ese país. La mayoría de quienes conozco allí no han dado aún señales de vida, por lo que a uno no le queda más que aferrarse a la brocha de la esperanza. Por lo pronto la primera en aparecer ha sido mi amiga, la colombiana Laura García, quien cuenta el terror en esta nota:
Lucho para no brincar como resorte con cada remezón; la lección de humildad que una tragedia asi nos da ya está más que aprendida, y también quedó corroborado lo mínimos, lo ínfimos que nos podemos sentir frente a la furia de la naturaleza. A las 8:25 de hoy nos sacudió una réplica de magnitud 6, según informan, y con el sacudón brincaron a mis pies unos papeles que quién sabe dónde estaban. Me cachetea un dejo de amargura cuando los recojo y veo, entre varios folletines, la invitación a una exposición artística: «El terremoto de Chile», inspirada en el libro de mismo título de Heindrich von Kleist, el mismo libro que me ve todavía incólume desde mi biblioteca: uno de los pocos que no se derrumbó.
Desde la primera noticia del terremoto era de suponer que el Congreso de la Lengua, que se inauguraría pasado mañana en Valparaíso, no llegaría a realizarse. En efecto: anoche Michelle Bachelet habló a su pueblo con aplomo y anunció que queda suspendida toda reunión masiva hasta nuevo aviso. La página del encuentro aún no lo dice, pero sí han aparecido notas al respecto en medios como El País. Aunque ya algunos académicos se encontraban en la nación austral, el mal estado de las carreteras y el cierre obligado del aeropuerto, así como una sensatez básica, impiden su realización.
Ayer contaba Víctor García de la Concha, director de la RAE, en esta entrevista con Cadena Ser, cómo lo despertó el remezón a las 3:30 de la mañana. Testimonios similares se pueden apreciar a cada momento en la televisión chilena. TV Chile mantiene su señal en línea, una vía de información indispensable para los amigos chilenos que se encuentran fuera de su país.