Cuando un venezolano va a comprar pan a la panadería más cercana, tiene que verificar que se cumplan ciertas condiciones.
- Averiguar cuál de las panaderías de la zona tiene pan. (No todas las panaderías tienen pan; algunas tienen un pan grande que se ve apetitoso pero es pan dulce, que no a todo el mundo le resulta apetitoso para un sánduche).
- Averiguar cuántos soberanos cuesta cada pieza. (Recordar que un soberano equivale a cien mil bolívares fuertes, y cada bolívar fuerte equivalía a mil bolívares de los auténticos; o sea, si el pan que uno va a comprar cuesta veinte soberanos, en realidad estaremos pagando 2 millones de bolívares fuertes, lo que equivale a 2 mil millones de bolívares de los auténticos, con los que hace quince años podías haber comprado medio pueblo).
- Llevar una bolsa. (Nunca se sabe si en la panadería le darán el pan en una bolsa, envuelto en un papel o como el panadero lo trajo al mundo).
- La bolsa debe ser oscura y en ningún caso puede ser de tela como esas cuchis y prácticas bolsas que antes, en plan ecológico, vendían algunos supermercados. (Las bolsas transparentes o de colores claros dejan ver lo que uno lleva en ellas; las bolsas de tela hacen demasiado obvio que lo que uno lleva son víveres).
- No cargar consigo el celular. (Ni siquiera esos viejitos de teclado que apenas sirven para recibir llamadas y mensajes de texto).
- Identificar el tipo de gente que hay entre la puerta de la casa y la panadería. (Obviamente la panadería debe estar cerca; se debe evitar salir si la gente que se ve en la calle es extraña a la zona; se debe evitar salir si no hay nadie en la zona. Uno tiene que aprender a encontrar el equilibrio).
- Si es posible, llevar un libro. (Como no todas las panaderías tienen pan, cuando una panadería “saca el pan”, esto es, produce suficientes piezas para vender, se forman colas de decenas de personas; se recomienda libros ligeros y entretenidos, nada de Murakami con sus desapariciones misteriosas ni Kafka con sus burocracias enrevesadas ni Sábato con sus ciegos delirantes. Un libro de chistes criollos es perfecto).
- Si es posible, llevar una chaqueta amplia. (Aunque se lleve una bolsa oscura, nunca está de más regresar a casa con el pan escondido en la chaqueta; no se preocupe de que alguien pueda pensar que ese bulto que se ve en la chaqueta es un arma escondida, eso podría granjearle el respeto de los demás transeúntes).
- Regresar a casa por el camino más corto y sin detenerse. (Aunque haya seguido todas las instrucciones anteriores, siempre habrá un avezado que sabrá que usted consiguió pan e intentará entablar conversación preguntando dónde hay y cuánto cuesta. Insisto: no se detenga).
- Si es creyente, tenga a mano una batería de estampitas de sus santos de confianza. (El pan podría estar duro, podría tener un desequilibrio en sus ingredientes que altere su sabor e incluso su valor nutritivo, podría estar lleno de aire, podría desmoronarse al contacto con el cuchillo. Son tantas cosas que un solo santo quizás no sea suficiente).
Si después de cumplir con todos estos pasos usted pudo, contra todo pronóstico, comerse su sanduchito con gusto, o simplemente mojar el pan en café (si es que consiguió café, para lo cual también hay ciertas instrucciones que deben seguirse), siéntase agradecido y feliz del momento que le está regalando la vida. Sonría y piense en un mañana mejor. Este mañana mejor quizás no llegue jamás, pero no importa: el pan es una de esas bendiciones de la vida que hay que agradecer con buena cara.
Categoría: Manual de instrucciones