Dos años le tomó al paleontólogo Neil Clark determinar que el monstruo del lago Ness no era un plesiosaurio, sino un elefante sumergido. El dibujo explica cómo la fracción de anatomía elefantiásica que se dejaba ver sobre la superficie inspiró en tanta gente la idea de un plesiosaurio escurridizo.
Ya que Clark dice que estos elefantes, pues hubo de ser más de uno, se refrescaban plácidamente en las aguas del lago en los años 30, es posible explicar los avistamientos posteriores como simple histeria colectiva. La explicación de Clark, además, coincidiría con alguna descripción de entonces en que se señalaba que la cabeza del monstruo tenía «forma de trompa».
El monstruo del lago Ness es uno de los habitantes más sugerentes del bestiario de mi infancia. Aunque se afirma que en el lago en cuestión se han visto «cosas raras» desde hace siglos, la verdad es que los avistamientos modernos comenzaron en 1933.
El 2 de mayo de ese año, el periódico The Inverness Courier publicó el llamado «informe Mackay», en el que el señor y la señora Mackay cuentan cómo, mientras paseaban en su carro por la costa noroeste del lago, vieron una turbulencia en el agua a unos cien metros de donde ellos estaban.
Por la forma como se desarrollaba la turbulencia, vieron que lo que la ocasionaba se alejaba a gran velocidad. Cuando ya estaba a medio kilómetro de ellos, apareció sobre la superficie la imagen, ya borrosamente clásica, de dos jorobas y una cabeza de algo muy parecido a cualquier cosa que se supone no debe existir en la actualidad. Después de unos segundos, las jorobas y la cabeza se sumergieron y las olas que causaron casi le mojan los zapatos al señor Mackay.
A poco de publicarse el relato de los Mackay empezaron los avistamientos. El más notorio de entonces fue el que protagonizaron al mismo tiempo las tripulaciones de un remolcador y una barcaza que, el 20 de octubre, vieron a Nessie nadar tranquilamente hacia ellos. Porque si algo no se puede negar es que Nessie es más tranquilo que un pez dorado.
Ya para 1934 había aparecido el primer «experto» en Nessie: Ropert Thomas Gould, conocido como el comandante Gould, quien publicó su estudio El monstruo del loch Ness y otros monstruos. El investigador (que parece que nunca vio al monstruo) se basaba en entrevistas a decenas de supuestos testigos para afirmar
que el llamado «monstruo del loch Ness» era una gran criatura viviente de especie anómala (es decir anormal) y que era semejante al desconocido animal conocido con el nombre de Gran Serpiente del Mar, que no era una serpiente sino un animal de cuerpo enorme y un cuello —éste sí como de serpiente— que a veces emergía de la superficie del agua. Terminaba afirmando que «no puede formularse otra teoría que se ajuste exactamente a los hechos».
The story of the Loch Ness monster, Tim Dinsdale (1973).
Por supuesto, Nessie se adapta a los tiempos y actualmente tiene su propio fan club, sus fotos se exhiben en Internet y hasta corre el riesgo de morir víctima de un problema de colesterol por la ingesta, claro está, de anguilas. Es un mundo loco, es un mundo hermoso.
En Escocia puedes conseguir los peluches de «Nessie» en cualquier tienda de recuerdos.
Y es que en el mercado entra de todo, K-2. Hasta los monstruos. Aquí venden muñecos de Chávez, y parece que están teniendo éxito.