Interesantes las cuentas que con relación al premio Nobel de Literatura saca Ricardo Bada, y que llama “la prueba del siete”. En la lista de los ganadores, nota Bada la presencia de quince autores escandinavos: siete suecos, tres noruegos, tres daneses, un islandés y un finlandés. Y a partir de allí establece ciertas comparaciones.
Sólo reduciéndome a los siete suecos (Lagerloff, Karlfeldt, Von Heidenstam, Lagerkvist, la nacionalizada Nelly Sachs, Johnson y Martinson), de los que el único nombre más o menos indiscutible sería el de doña Selma, enlisto enfrente estos siete de autores latinoamericanos: Rubén Darío, César Vallejo, Rómulo Gallegos, Juan Rulfo, José Lezama Lima, Juan Carlos Onetti y Julio Cortázar. Creo que basta y sobra con el cotejo de ambas listas para que quede en evidencia que el Nobel es una merienda de blancos primermundistas.
Bada agrega nombres de siete españoles: Benito Pérez Galdós, Juan Ramón Jiménez, Miguel de Unamuno, Pío Baroja, Luis Cernuda, Max Aub y María Zambrano, de los que sólo uno obtuvo el Nobel. También incluye listas —siempre de siete miembros y a veces con miembros de sobra— de brasileños, alemanes, autores en idioma neerlandés o flamenco, o nacidos en la antigua Europa socialista, Asia, África, Oceanía y el mundo árabe.
Narra, por cierto, la curiosa historia de Frans Eemil Sillanpää, finlandés que obtuvo el premio en 1939 y que perdió el cheque el 10 de diciembre, en la fiesta que se hizo después de la entrega.
Y con la fama de estúpidos que tienen sus compatriotas entre los suecos, ya se pueden ustedes figurar la cantidad de chistes que hicieron al respecto. Aunque un aspecto positivo sí tuvo esa pérdida: a partir de entonces, 1939, lo que se entrega a los galardonados no es un cheque efectivo sino su facsímil.
Última curiosidad al respecto: en el sitio del Nobel está una reseña autobiográfica de Sillanpää, escrita en tercera persona. Extraños, esos escandinavos.