Hasta este 17 de marzo se puede apreciar en la “Pequeña Sala” del Centro de Arte Moderno, en Madrid, la exposición Desaires, que han preparado en comandita el fotógrafo José Antonio Berni y la escritora Luisa Futoransky con textos e imágenes del libro homónimo, en torno a las ruinas como una manera de las ciudades para revelarse ante nosotros. Dice Luisa en el prólogo del libro:
Las ruinas, como los osarios, prueban, la abolición de las fronteras y nacionalismos laboriosamente pergeñados. ¿La nueva pirámide del Louvre evocará acaso el espíritu chino de su arquitecto o más bien la pompa, circunstancia y ansiedades de nuestra época? ¿El visceral paralelepípedo del Centro Pompidou revelará la arquitectura italiana o inglesa de fines del siglo XX (a causa de sus creadores) o el aliento libertario que alentó el mayo 68 francés?
Se trate de Roma, Grecia, Jerusalén o Potosí, ruinas de desierto, o de fondo marino, de reliquias o doblones, las ruinas conocen un común denominador: son escrituras a descifrar entre escombros y publicidad de bebidas universales para la sed.
Qué sed. Para encontrar respuestas los viajeros van de ruina en ruina, las coleccionan y atesoran, incluso las ideológicas. Para satisfacer nuestra desmesurada apetencia de ellas los arqueólogos, antropólogos, los museos y la pluralidad de sacerdotes o conceptores turísticos —cuando no los ejércitos o los rapaces tombaroli que viven de desvalijar todo tipo de ruinas—, nos ofrecen nuevos mausoleos y despojos. Nuestro engolosinamiento es tal que cada generación continúa a producirlas y producirlos pues siempre habrá viajeros para seguir la signalética con los nuevos dardos de la visita; se trate ya del Domo atómico de Hiroshima, el Ground Zero de Nueva York, los budas dinamitados de Bamiyán, o del “Aquí estuvieron” los antiguos barrios de Beirut, Dili y Sarajevo. Con o sin luz y sonido que realcen nuestra perversidad.
El horario para apreciar este trabajo es de martes a sábado, entre 11 de la mañana y 2 de la tarde; y de 5 de la tarde a 9 de la noche.