Comentan en elmundouniversidad que las editoriales universitarias españolas se quejan de «discriminación» ante las grandes editoriales privadas. Aparte del hecho obvio de que muchos investigadores prefieren recibir los beneficios de las editoriales privadas, hay un asunto de valoración:
el desprecio que reciben de las instancias que evalúan la actividad docente e investigadora, como la ANECA y la Comisión Nacional de Evaluación de la Actividad Investigadora (CNEAI), induce a muchos autores universitarios a plasmar sus obras en las páginas de las editoras privadas, en lugar de brindar los posibles beneficios a las instituciones para las que trabajan y que les pagan.
La razón de este «desprecio» es que se presume que en muchos casos los textos de un autor ligado a una editorial universitaria son víctima de sospecha de endogamia, amiguismo o falta de rigor científico. El titular de la Asociación de Editoriales Universitarias de España, Antonio Pérez, saltó cuando el periodista lo consultó: «Si un rector me dijera qué libros tengo que editar, al día siguiente dejaría mi cargo». Pero ya el mal está hecho.
La misma nota dice que, en la búsqueda de una solución a este y otros problemas de la edición universitaria, la Complutense (al igual que la Politécnica de Barcelona) resolvió crear una editorial «para la calle» y dejar las publicaciones universitarias para el Servicio de Publicaciones, un ente interno. Además de colocar sus libros en cualquier librería, estas editoriales «desde la universidad» tienen la ventaja de que, al desprenderse de los monstruos burocráticos que los dieron a luz, pueden establecer convenios con otros centros editores en cuestión de días.