En estos tiempos nada más quijotesco que crear una editorial. El papel y los restantes insumos de impresión son caros, las grandes librerías suelen limitar su existencia a lo que le compran a las grandes editoriales, es difícil establecer un mecanismo productivo de distribución. Y para colmo, flota constantemente la idea de que la literatura no vende.
En México se unieron catorce editoriales independientes (leyendo la nota de El Universal asumo que es lo mismo que aquí llamamos «editorial alternativa»). Plantean la necesidad de luchar contra la concentración económica, que hace estragos entre las pequeñas editoriales y librerías. Y recuerdan que son justamente las editoriales pequeñas e independientes
las que siguen abiertas a nuevas expresiones literarias, las que apuestan a nuevas plumas, las que enriquecen e imprimen renovado interés y dinamismo a la literatura.
Qué parecidos son nuestros países, ¿no?