La poeta guatemalteca Margarita Carrera recuerda que en 1979, mientras participaba en un congreso literario en un monasterio de Las Palmas de Gran Canaria, conoció a un auténtico poeta terrorista.
Al parecer, los organizadores del congreso estaban empeñados en que las sesiones del mismo se desarrollaran sin la molesta poesía rondando por ahí.
Me confesó, entonces, que los organizadores del congreso jamás habían pensado darle espacio a la poesía y que cualquier lectura poética, podría tener lugar de manera informal, siempre y que no perjudicara las sesiones de trabajo.
Así que el joven poeta colgó varios letreros rojos por todo el monasterio con su consigna terrorista atacando las miradas de los asistentes. Y no se quedó quieto: luego se mandó a hacer un sello de caucho con el que estampaba la misma consigna en las manos de todos los que se le cruzaban. La consigna, harto terrorista y desestabilizadora, decía simplemente:
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P.S. Por cierto, ya salió Letralia 120, donde se puede leer mucho sobre terrorismo. 🙂