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Ricardo Piglia, el condenado

Publicada el martes 1 de marzo de 2005 por Jorge Gómez Jiménez
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El condenado PigliaEn Letralia 120 publicamos la consulta de un lector que quiere saber qué ocurre cuando se descubre que la obra ganadora de un concurso no es inédita. Y, aunque no es el caso, la condena que recibieron ayer Ricardo Piglia y Editorial Planeta puede ilustrar hasta dónde pueden llegar las consecuencias de no respetar las bases de un concurso literario. Obviamente, mientras mayor sea la importancia del premio mayores serán las consecuencias si el ganador hizo trampa.

En 1997, Piglia ganó el premio Planeta con su novela Plata quemada. Además de los 40.000 dólares pesos que recibió, el libro fue llevado al cine por Ricardo Piñeyro. Pues bien, ayer un tribunal argentino determinó que en la entrega de ese premio existió

predisposición o predeterminación del premio en favor de la obra de Ricardo Piglia.

Piglia y Planeta (no se indica si irán a medias) han sido condenados a pagarle 10.000 dólares pesos más intereses al demandante, el escritor Gustavo Nielsen.

Otras «perlitas» del fallo tribunalicio:

Piglia, o más específicamente su obra, no debió postularse para la obtención del premio, [pues] se encontraba vinculado contractualmente con la editora Espasa Calpe Argentina, desde junio de 1994. […] Piglia había transferido por título oneroso la producción literaria por la que cobró US$50 mil dólares, al firmar el contrato en 1994, y otros US$50 mil, un año después. Pero dicha producción no había producido el rédito inicialmente previsto, de manera que se vislumbró la posibilidad cierta de una razonable recomposición patrimonial mediante la adjudicación del premio.

El escándalo salpica de alguna manera a los jueces del concurso: Mario Benedetti, María Esther De Miguel, Tomás Eloy Martínez, Augusto Roa Bastos y el editor Guillermo Schavelzon, quienes, según el tribunal, no leyeron las 264 obras presentadas.

Pregúntate, oh tú que me lees… ¿por qué estos jueces no hicieron su trabajo (que era, lógicamente, leer las 264 novelas)? Tema para otra nota, quizás otro día.

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Categoría: Paparazzi

15 comentarios en «Ricardo Piglia, el condenado»

  1. Martha Beatriz dice:
    martes 1 de marzo de 2005 a las 3:13 pm

    Siento verdadera admiración por los jurados de concursos literarios, me imagino leer todo lo que les envían es un trabajo arduo. Que estos no hayan leido no puede divorciarse de el «arreglo» del premio, aunque no se pueden sacar conclusiones. Al final es posible que ellos, que algunas vez fuerón nóveles, le hayan quitado con su cómoda conformidad – por decir lo menos – y flojera – por decir lo más, el chance a un desconocido talento. Verguenza tendría que darles!

    Responder
  2. Alberto Chimal dice:
    miércoles 2 de marzo de 2005 a las 12:08 pm

    Hola, Jorge. ¡No sabía nada de eso! Qué vergüenza, como bien dice Martha Beatriz. Me quedo pensando en varios «fallos» parecidos de los que he sabido (empezando por aquel otro Premio Planeta a la conductora de televisión…, ¿cuál era su nombre?…, cuyo negro se fusiló largos pasajes de un libro de Ángeles Mastretta). Y otros más, aquí en México, menos célebres pero no menos desagradables.

    ¿Tienes alguna referencia en la red sobre el juicio? Me pondré a buscar, en todo caso. Muchos saludos.

    Responder
  3. Jorge Gómez Jiménez dice:
    miércoles 2 de marzo de 2005 a las 12:16 pm

    Martha, el caso es que es humanamente imposible leer 200 novelas en el corto tiempo que suele dársele a los jueces de un concurso. Algo sobre eso pensaba cuando escribí la línea final de mi nota. En realidad el juez revisa fragmentos del material y aparta los libros que llenan ciertos parámetros estéticos. Pero cuando se tropieza con un escritor que, digamos, frasea mal, ten por seguro que ese libro no va a ser leído más allá de lo que necesite el juez para saber que «no tiene vida», como decimos en Venezuela. Ahora bien, obviamente la suspicacia de la sentencia consiste en que estos jueces no leyeron las 264 novelas, pero no por la razón que yo expongo, sino porque no tenían que leerlas: ya sabían quién debía ser el ganador. Por eso dije que este caso pone en tela de juicio, precisamente, a los jueces (del concurso, claro).

    Alberto: claro que hay referencias, creo que la mejor cobertura la ha hecho La Nación, que hoy publica inclusive la reacción del escritor demandante. Busca aquí.

    Salud.

    Responder
  4. Martha Beatriz dice:
    miércoles 2 de marzo de 2005 a las 1:00 pm

    Jorge, mi lógica de novata no dió para asumir que en realidad los jueces no leen «todo», pero obviamente la tecnica que describes me imagino se aplica, en mucho casos, con el correspondiente sentido común. Traicionar la buena fé de los concursantes y generar desconfianza generalizada hacia unas competencias donde se asume hay cierta candidez acompañada de seriedad es ciertamente lo que mas pega, asi como que esos «nombresotes» que componen el jurado sean alcaguetas artísticos, lo cual hace preguntarnos si necesitaron de su «empujito» en su momento, también.

    Responder
  5. Luis Andrade dice:
    jueves 3 de marzo de 2005 a las 1:09 pm

    Jorge, estoy de acuerdo con que Planeta metió las patas con lo del premio de 1997. Se me ocurre, sin embargo, y sin justificar a nadie, que por lo menos Planeta no hace un negocio del concurso en si. Es importante notar la diferencia. Por supuesto, es posible que tanto el escritor galardonado como la editorial produzcan una carretilla de dinero, después del hecho y con la publicación de la obra, pero por lo menos el concurso, como tal, no es el negocio.

    En los EEUU, donde resido, se da que hay un sinnúmero de concursos y premios literarios, sea poesía, ficción, ensayos, etc. La mayoría tienen premios modestos y prometen publicación. El problema es que, esa mayoría, cobra cierta cantidad de dinero para presentar tus obras (un promedio de $25-$30 US). Muchos de esos concursos son muy activos y tienen una gran participación. Imagínate un concurso que recaude unas 50 obras, cada una pagando $25, cuando el premio en si son solo $500… Después viene lo de la publicación y hay más gastos, etc., -dirán- pero la verdad es que ninguna editorial publica nada a sabiendas de que va a perder dinero. Por lo tanto, si las cosas salen bien, tienen ganancias por ambos lados.

    El Premio Planeta tiene mucho prestigio y una mancha no va a crear a un tigre de fraude. Es más, creo que quizás, a la larga, éste fallo sea beneficioso para los concursantes en general.

    Con respecto a concursos, hay un par de artículos que a lo mejor les interesa leer (están en inglés, sorry…) y son de la revista «Poets & Writers». Muestran un poco lo que es la mentalidad detrás de los concursos en el mercado norteamericano:

    http://www.pw.org/mag/0501/newslarimer2.htm

    http://www.pw.org/mag/0503/newslarimer.htm

    Muy buen trabajo, Jorge.

    Saludos,

    Luis

    Responder
  6. Juan Carlos Chirinos dice:
    viernes 4 de marzo de 2005 a las 4:02 am

    Amigos,
    escribo desde España, donde hay sopoticientos mil premios. Hasta donde yo sé, la modalidad aquí con los premios más gordos es la siguiente (no está, generalmente, en las bases pero todo el mundo lo sabe): hay un grupo de lectores «inferiores» que hacen lo que se conoce como «criba»; es decir, contratan a gente que lee los manuscritos y escoge los que considera mejores, 10, 20, o los que sean, de 300, o así. Todo depende del premio, del tamaño del premio. Estos manuscritos que han pasado al «criba» son los que eventualmente llegan a los verdaderois jurados. Repito, porque me parece imortante, que este método de la «criba» no aparec em las bases de ningún concurso gordo (Planeta, Primavera, lengua de Trapo, Herralde, etc.),; no, que yo sepa (si alguien lo sabe, que me lo diga).
    Que Benedetti, Roa Bastos, etc, no hayan leído todos los manuscritos me parece nirmal, lo que no es normal es que no hayan leído ninguno. Creo que en el caso del Rómulo Gallegos (por lo que me han contado algunos de los que han sido jurados), deben leer todas las obras que llegan, y que les son enviadas por el CELARG a sus casas. El método supongo, es el que apuntaban más arriba: un lector experimentado sabe en 30 ó 50 páginas si una novela camina o no.
    Lo que no podemos seguir ocultando, ya no lo oculta nadie aquí, es que muchos de los premios importantes en lengua española no se ganan, se negocian con los y las agentes; siendo una operación comercial tan importante, nadie quiere dejar el asunto al azar y van por lo seguro: que gane alguien que venda.
    Y el que no esté medianamente empapado con estas noticias es porque no ha averiguado lo suficiente.
    Mandar a un premio con la única seguriodad de que tu obra es buena, suele ser una mala estrategia para ganar grandes premios. Supongo que en alguna oportunidad se da el caso contrario y nos encontramos con jurados retos que no se deajn manipular.
    Es un tema largo.
    Un todo caso, lo de Piglia es una vergüenza y, gracias Dios, sienta un precedente jurídico importante.
    A ver cómo van a actuar las grandes editoriales ahora que hay jueces que no se cortan un pelo a la hora de sentenciar…
    lo gracioso es que ahora mismo 10 mil pesos NO SON 10 mil dólares, como en 1997…
    Saludos

    Responder
  7. Jorge Gómez Jiménez dice:
    viernes 4 de marzo de 2005 a las 2:14 pm

    Luis, el caso es que esa práctica de cobrar por el «derecho a participación» en un concurso es algo deleznable, que considero debe ser denunciado para que menos gente caiga en esas trampas. Eso, y las mal llamadas «antologías» o «ediciones cooperativas» en las que pagas una cuota para que dos páginas de tu obra aparezcan incluidas, son a mi juicio las prácticas más irrespetuosas que rodean al ámbito literario. Para mí, son no más que un fraude. He atacado estas prácticas en Letralia repetidamente y lo seguiré haciendo.

    Juan Carlos, estoy contigo en creer que lo repudiable del hecho explicado en la nota no es que estos escritores hayan leído sólo una parte de la plantilla de participantes. Parece lógico que haya una selección previa; en cualquier caso, el otro método, el de leer sólo una parte de una novela y decidir por lo leído si el texto general tiene opción, no sólo es procedente sino que me atrevo a asegurar que lo sigue un alto porcentaje de los jueces de concursos literarios en todo el mundo. Hay textos (y eso lo aprende uno si edita una revista o ha sido juez, y yo califico en ambas 🙂 ) cuyos defectos no permiten que uno lea más allá de unas pocas líneas. Quizás más adelante escriba algo sobre esto.

    Cada día se hacen más frecuentes las denuncias de autores sobre la naturaleza de estos grandes concursos. Una señal de que es necesario renovar ciertas estructuras, pues estoy seguro de que la desconfianza general que se balancea sobre los concursos genera un movimiento opuesto a favor de las «ediciones cooperativas».

    Responder
  8. rebecca milans dice:
    viernes 4 de marzo de 2005 a las 9:15 pm

    gracias al raro sistema de un jurado votado por los participantes, alguna vez formé parte de algun jurado, con personalidades de prestigio y vi con mucho espanto la liviandad con la que varios miembros se tomaban el trabajo de los demás. todos tenian opinión y votaban pero solo dos habiamos leido un minimo de dos veces las obras presentadas. después de esa experiencia me di cuenta que presentarse a un concurso se parece mucho a comprarse un boleto de loteria, azar, puro azar

    Responder
  9. Gustavo Balza dice:
    viernes 11 de marzo de 2005 a las 9:01 am

    Amigo Jorge, he visto tu blog y me parece sumamente interesante, tal como lo hacìas con la pagina de Letralia hace tiempo. Te felicito. Tengo un blog dedicado a cagua que aún no lo he puesto en funcionamiento

    saludo Gustavo Balza Morales

    Responder
  10. carlos stanley dice:
    miércoles 30 de marzo de 2005 a las 5:41 pm

    Es sabido largamente que los premios de las grandes editoriales están «arreglados» , otorgados de antemano a quien ellos se les da la gana y seguramente a escritores que ya han publicado, NUNCA A UN ESCRITOR NOVEL, las letras han pasado a ser un infame negocio y no interesa si una obra es buena o una porquería. Sin embargo, en éste caso se pasaron de la raya, es atroz y felicito a Gustavo Nielsen además de alegrarme mucho por el fallo de la justicia. Lamentablemente he querido averiguar el correo de Gustavo Nielsen y me ha sido imposible, como escritor aficionado que soy, me gustaría contar con su palabra y además alguna que otra consulta tengo para hacerle.
    Mi correo es capitan12389@hotmail.com
    Un Rosarino.

    Responder
  11. Gus Nielsen dice:
    martes 14 de junio de 2005 a las 9:32 pm

    HEY!!!

    Responder
  12. Daniel Wing dice:
    domingo 7 de agosto de 2005 a las 1:55 am

    No se confundan!!!!

    Los jueces no tienen que leer las 264 novelas. Un «prejurado» elegido por la editorial selecciona 10 obras para que los jueces eligan la triunfante.
    El error aqui estuvo en la predisposicion y en que, en este concurso en especial, no se estipulu esa medida y los jueces debieron leer todas.
    Por cierto ¿alguien ha notado que LA TREGUA de Benedetti, juez del concurso, es identica a POBRES GENTES de Dostoievsky?
    Saludos.

    Responder
  13. teodora dice:
    sábado 13 de agosto de 2005 a las 9:54 am

    Me mueve a una reflexiòn pesimista pero disparadora ¿Què tendremos que hacer aquellos que aspiramos a que nos lean? Sòlo eso: que nos lean. Porque escribir para uno mismo es onanismo intelectual. ¿Serà cuestiòn de convertir los màrgenes en corriente principal? ¿Serà cuestiòn de jerarquizar las orillas?
    No obstante, deberìamos pensar en desacralizar las orillas ¿Se puede?

    Responder
  14. Mariano Hugo Denegri-Cornejo Iglesias dice:
    lunes 19 de septiembre de 2005 a las 6:01 pm

    Me parece estupida tu nota, deberias esforsarte mas si quieres ser un buen escritor.

    Responder
  15. Antonio Costa dice:
    domingo 30 de marzo de 2008 a las 9:31 am

    SOY UN ESCRITOR ESPAÑOL, HE PUBLICADO «LAS CAMPANAS», «LAS FUENTES DEL DELIRIO», ETC

    VOY A PASAR EL MES DE ABRIL EN BUENOS AIRES

    ME GUSTARIA CONOCER A ESCRITORES ARGENTINOS

    Responder

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Mi nombre es Jorge Gómez Jiménez. Soy escritor y edito desde 1996 la revista literaria Letralia, Tierra de Letras.

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