¿Les ha pasado que postergan una cosa y, al reflexionar un poco sobre ello, se dan cuenta de que hacerla requería tan sólo unos pasos? A mí me ocurre constantemente con el PC. Normalmente trabajo escuchando música, tengo una abultada colección de CDs originales y quemados por mí con música bajada de Internet. Pero desde que descubrí emisoras como esta canadiense especializada en jazz ni siquiera me tomo el trabajo de escoger un CD.
El caso es que a veces estoy trabajando y olvido abrir el reproductor para escucharla. Sé que es una acción nimia, pisar un par de teclas y hacer un movimiento con el ratón, y listo. Pero simplemente a veces la mente está concentrada en otras cosas.
Nicholas Negroponte ilustra conflictos como este en Being digital. Y es que a estas alturas la computadora es un trasto tan humanodependiente como una tostadora. Negroponte llama nuestra atención sobre un hecho simple: nuestras mascotas aprenden a reconocer —en los gestos que hacemos, en nuestra manera de movernos o en el tono en que hablamos— el ánimo que cargamos encima, y más que eso, han aprendido a interactuar con nosotros de acuerdo a esa información. Pero la computadora, la computadora…
Al levantar las manos del teclado del ordenador, éste no sabe si la pausa es para reflexionar, para descansar o para ir a comer. No sabe distinguir si está hablando con una persona sola o acompañada de otras seis personas más, ni si estamos vestidos o desnudos. Por no saber, no sabe ni siquiera si nos hemos dado media vuelta mientras nos muestra algo importante o si hemos salido de la habitación cuando todavía está respondiéndonos.
El libro fue publicado a mediados de los 90 y aún no hay grandes avances en este sentido. ¿Cuánto deberé esperar para que este trasto sepa que, en cierto punto de mi actividad diaria, me vendría bien un poco de música?
Aunque el PC se vista de XP (o Linux o …), PC (bruto) se queda!
¿Cuánto estás dispuesto a pagar? 😉
Lo importante es la a(c|p)titud, no la herramienta. Saludos.
Sinceramente, esperemos que no lo sepa nunca. Imagínate que un día no te apetece escuchar música y a la dichosa máquina le da por saber mejor que tú lo que tú quieres… BRRRR!