Mientras Argentina carraspeaba con su aguda crisis económica, la Fundación Mempo Giardinelli estaba galopando con un programa que se ha convertido en uno de sus esfuerzos prioritarios y emblemáticos. Preocupada por el efecto que la crisis tuvo en el Chaco, donde los índices de pobreza son devastadores, la organización venía reclutando, desde el año 2000, abuelas.
Las Abuelas Cuenta Cuentos de la Fundación Mempo Giardinelli son un grupo de señoras que se dedican a leerle cuentos a los niños de Gran Resistencia y Presidencia Roque Sáenz Peña, capital y segunda ciudad de la provincia del Chaco, así como de Posadas, capital de la provincia de Misiones. El nombre del programa no limita a los hombres para participar en él, pero la realidad es que han sido las señoras las que lo han acogido con mayor entusiasmo.
El personal de la fundación prepara a las damas con materiales y libros y ellas se lanzan a las escuelas de la zona —y a otros sitios, pero principalmente a escuelas—, a eso, a leerle cuentos a los chicos “con la intención de desarrollar una acción concreta de estímulo permanente de la lectura, orientada hacia la creación de futuros lectores”, como dice la página que la fundación le dedica al programa. Los niños beneficiados son, en su mayoría, aborígenes, de barrios periféricos o de comunidades de escasos recursos. Un programa perfecto: no requiere de un aluvión de fondos para su realización y todos los involucrados, no sólo los niños, salen beneficiados.
El programa de Abuelas Cuenta Cuentos es participativo e integrador, porque no sólo moviliza a los adultos mayores, sino que también desata energías y propone actividades en todas las comunidades a las que llegan las Abuelas Cuenta Cuentos: establecimientos educativos, hospitales, institutos para discapacitados, comedores infantiles y salones de copeo de leche, orfanatos y parroquias, cuyos directivos, docentes, profesionales y estudiantes participan activamente de la experiencia. El programa tiene también un importante impacto de género puesto que, aunque no se imponen restricciones para el reclutamiento de las Abuelas, las voluntarias son, en su mayoría, mujeres instruidas mayores de 50 años que la ferocidad del mercado laboral expulsa y excluye temprana y definitivamente. Estas mujeres (y algunos pocos hombres también) dan cuenta en sus testimonios de su gratitud por haber encontrado un nuevo sentido para su tiempo y su capacidad de dar afecto en el rol de Cuenta Cuentos.
Y vaya que se mueven las abuelas: ya han realizado más de mil visitas a decenas de sitios, entre los que se incluyen unas ochenta escuelas. No se detienen ni siquiera ante la delincuencia, pues en las zonas más peligrosas también hay abuelas leyendo cuentos.
Las abuelas no tienen miedo, ni paran en menudencias, a buenas horas de la vida les van a asustar cuatro delincuentes.
El caso de estas abuelas cuentacuentos sí que dan pié a escribir un buen realto.
…un buen relato, o mal realto.
Me conmovio esta nota porque gracias a una abuelita es que me apasionan los libros. Y porque conozco otra abuela, la de mi esposo, de 84 años de edad que dos veces a la semana enseña a leer a niños de bajos recursos excluidos del sistema nacional de educación. Todo el amor para las abuelas y ojalá tuviéramos más.