Si no lo han hecho ya, vayan y lean esta nota de Verónica Sukaczer sobre una deleznable secta de asesinos que tiene por presa el sagrado oficio de la lectura.
Dice Verónica:
Lo sabemos, están por allí, mezclados entre nosotros, tan normales ellos. Seguro con algún libro bajo el brazo. Con un título en Letras. Con un profesorado. Tal vez son editores, periodistas, intelectuales de morondanga. Se creen —hay que saber reconocerlos— mejores que nosotros. Más inteligentes. Más actualizados. Más poderosos. Por eso pueden asesinar con alevosía y premeditación sin que la sociedad los condene. Sus crímenes quedan impunes. Sólo en las mentes de las víctimas se enquista el dolor, queda la huella, la humillación, el fracaso, la incomprensión. A veces, sin embargo, las víctimas resucitan. Ese es el peor castigo para estos asesinos literarios: que su víctima se levante aún con más fuerza y regrese al mundo de los libros. Y tal vez, sólo tal vez, hasta se convierta en escritor.
Se refiere, por supuesto, a toda la caterva de ofidios que por razones laborales, y sólo por razones laborales, deben enfrentarse a diario al libro, pero que quizás estarían mejor en la farándula, donde el zarpazo al semejante está tan bien visto. Menciona Verónica casos de docentes que por mala praxis asesinan la pasión por la lectura y editores que no leen originales no solicitados.
Yo agregaré una categoría al diagnóstico de Verónica: los zombificadores. Los descubrí por casualidad cuando mi hija mayor llegó a la educación secundaria. Son los que, para estimular la lectura, usan libros de autoayuda y novelas de la nueva era, convirtiendo a los pequeños lectores en zombies, adoradores de una literatura de juguete, en la que el lector debe ir identificando símbolos («Esto significa la propensión a deprimirse ante los obstáculos», «Esto significa el miedo al dolor por la pérdida de un ser querido») como si estuviera en un programa de concursos de la tele. Con ellos también están los que ven la literatura como un divertimento popó, que se creen dueños de una especie de high power con el que algún día, supongo, harán lo que hacen todos los días: tratar de conquistar el mundo.
Brrrrrrruuuuu! Qué miedo me da esa gente, tan feliz con sus libros Nueva Era, hablando de ángeles y todo eso. No sé si entre los últimos, estarán aquellos sólo leer libros importantes, y desechan las novelas de detectives, la literatura infantil, la ciencia ficción, la literatura de terror y las novelas de viajes y aventuras. Uy! Estos para mí son los peores! Pues son gente demasiado seria, con poco humor. Y la gente sin humor es como sospechosa.
Salud.
Ah, esta gente tampoco lee libros de Otrova Gomas. Y esto los hace igual de sospechosos.
Con respecto a los tecnócratas literarios, yo estoy muy de acuerdo con lo que dice JOrge en Letralia, de hecho yo defiendo la popularización de la literatura, sin embargo se me ha ocurrido mirarme al espejo hoy y me di cuenta que cóño cómo me gustaría meterme en una de esas conferencias ¿Élite se llama eso? ¡Sabroso! Lástima que yo por compromiso (por ahora) me quedo en mi hacienda.
ESE tipo de círculos son de los que uno critica moralmente pero ¡ay! si nos invitaran a uno. Algo así como García Márquez diciendo que es pobre y feliz y humilde.
¿Quién lo diría? Creía ser el único que creía que había una conspiración mundial para crear zombis con literatura fast book. Literatura que igual que su hermana la fast food parece de fácil digestión pero termina llenándonos de grasa y podredumbre.
Saludos,
Tino RO
Yo, para literatura, sigo el ejemplo de mi amigo Leonardo Rossiello: cuando tengo dudas me remito a la Pequeña Lulu… Como borrar el pizarrón, oígame…
Pienso que, si bien en exceso puede llegar a convertirse en repugnante, tambien tiene un lado acaso positivo esto de la literatura light. Hablo desde el punto de vista de alguien que vive en USA desde hace seis anos y que trabajo durante tres y medio en una tienda de la monopolica cadena Barnes and Noble. La verdad es que cada vez es menor la cantidad de gente que se atreve a leer. Cuando me refiero a leer, incluyo la lectura de cualquier cosa, desde el periodico a las instrucciones de la pasta de dientes. La gente simplemente no lee. Por eso celebro secretamente como una victoria esas ediciones masivas de Harry Potter, viendolas como un anzuelo (ojala) para que el lector siga enganchado en la lectura. No todos hemos tenido la suerte de conocer pagina como Letralia o este blog donde se recomiendadn buenos libros y se discute de literatura seria. Yo como vendedor de libros vendia esas ediciones de El codigo Da Vinci y El monje que vendio su ferrari, pero, en lo posible, recomendaba cosas que a me gustaban, autores buenos, desde Flaubert, Hemingway, y Canetti, hasta Vargas Llosa, Borges, Faulkner, Kundera y el poeta Garcia Montero (seriamente recomendado, por cierto.) Mi conclusion es entonces la siguiente: es importante rescatar a los lectores de esas primeras lecciones de lectura como los son los libros light, pero sin abrumarlos. Yo veia a esos lectores como ninos, como gente picada por la curiosidad, y me gustaba reencontrarme con algun cliente que me felicitaba por haberle recomendad La insoportable levedad del ser o El jardon de al lado de Donoso.
Es asi, como todo en la vida: ni tan calvo con dos pelucas.
Un abrazo, Ro
Fedosy: qué bueno que mencionas a Otrova Gomas después de mencionar varios géneros que sufren de la ojeriza de los zombificadores. Gomas es el autor, entre otros libros, de El caso de la araña de cinco patas, que es a la vez novela negra, novela de humor y hasta cómic. Coincido contigo en que hay que hacerle la cruz a la gente sin humor.
Caporal, son dos élites distintas. La que liba con buen vino es hasta accesible. Pero la que se cree dueña de la «verdad poética», ésa sí que es un coto cerrado. Y además bastante aburrido, también.
Tino RO, ya ves que somos varios. Tampoco soporto los McDonald’s.
Luis, gran amigo el Leonardo, gran escritor también.
Roberto, siempre he manejado esa idea de que la literatura de fast books, como la llama Tino RO, puede cumplir una función útil como abrebocas para estimular la lectura. Sin embargo, veo muy mal que un docente, que tiene bajo su responsabilidad la formación de treinta o cuarenta adolescentes, haga uso de los fast books, y te apuesto triple contra sencillo a que no lo hace porque comparta concienzudamente nuestros puntos de vista, sino porque sencillamente eso es lo que ese docente lee. La escuela posee todos los recursos intelectuales para estimular la lectura con literatura de buen calibre. ¿No?
¡Uau! Es la primera vez que me citan. ¡Y se siente bien! ¡Gracias por leerme! Que además te guste… es otro precio
🙂