La buena salud de Francisco Coloane

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Francisco Coloane

A juzgar por los nombres de los directores que trabajaron con sus libros, el chileno Francisco Coloane (1910-2002) tuvo suerte con el cine. Su novela La Tierra del Fuego se apaga fue adaptada por el Indio Fernández en 1955 y por Miguel Littin en 2000.

Ahora el brasileño Walter Salles, el mismo que se valió de Gael García Bernal para retratar al Che en Diarios de motocicleta, anunció que filmará El camino de la ballena, la historia del joven vagabundo Pedro Nauto y de su sueño de convertirse en marinero. El proyecto, que Salles conversó en persona con Coloane en 1999 —tres años antes de la muerte del escritor—, podría ser producido y protagonizado nada menos que por Robert Redford, un experto en apostar por el cine independiente.

De Francisco Coloane hay un interesante dossier, con abundantes textos de y sobre el autor, en el aun más interesante Proyecto Patrimonio de Luis Martínez Solorza. Es curiosa la historia, reproducida allí, en la que el mismo Coloane contaba, en 1956, la particular circunstancia en la que escribía sus libros:

Desgraciadamente tengo buena salud, y por eso no he sido fecundo. Podría asegurar que en cada resfrío he escrito un cuento, para los cuales el médico autoriza generalmente tres días de cama. Tan cierto para mí es esto, que acabo de entregar a la Editorial del Pacífico un volumen titulado Oro en el páramo y que pude completar gracias a un resfrío de este verano. Mi primer libro, El último grumete de la Baquedano, lo escribí en quince días, estando en cama; lo corregí una vez, lo mandé a sacar a máquina y lo envié al concurso «Zig-Zag», donde fue premiado. Hace veinte años escribí el cuento «Cabo de Hornos» en medio de una neumonía. Mi amigo José Bosch me fue a ver, y lo llevó a El Mercurio; como él era redactor de Las Últimas Noticias, consiguió que me adelantaran los ciento cincuenta pesos que pagaba el Suplemento en aquella época y con esa plata pude enfrentarme a la enfermedad. Me parece que la fiebre le dio cierto vigor alucinante a la descripción de la caverna donde matan las focas.

Por cierto que ese mismo texto empieza describiendo las penurias de Coloane como escritor:

Mi trabajo literario lo he realizado casi siempre como el de un ladrón, pues he tenido que ganarme la vida y la de mi familia en labores muy ajenas a esta vocación. He tenido que esconder muy rápidamente mi robo, cada vez que se ha acercado el capataz o el jefe de oficina a ver lo que estaba haciendo. En Chile sólo se puede desarrollar plenamente el escritor que hereda fortuna, se casa con mujer rica o no tiene familia que alimentar; los demás vivimos a salto de mata la creación literaria.

Si pegaran un salto al mismo tiempo todos los escritores que pasan por eso, sacaríamos a la Tierra de su órbita. ¿No?

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