Dmitri Nabokov, el hijo de Vladimir Nabokov, se encuentra en una disyuntiva de proporciones inimaginables. Al morir su padre, se encontraba escribiendo la novela The original of Laura, de la que apenas alcanzó a completar unas notas que no llegan a las cuarenta páginas.
El caso es que el celebérrimo autor de Lolita dispuso que The original of Laura fuera quemado, y Dmitri lleva 31 años pensándolo. Pero ya él tiene 71 de edad y parece que empieza a sentirse presionado.
Todavía no he tomado una decisión definitiva y no sé si la lealtad de hijo triunfará o si vivirán esta obra de arte única y maravillosa, aun cuando no esté terminada.
Según esta nota, el escritor ruso Andrei Bitov apeló a la «voluntad sagrada» de un autor para sentar su posición sobre el respeto que Dmitri debe guardar a lo dispuesto por su famoso padre. Afortunadamente Bitov no estaba cerca para aconsejar a Max Brod…
Pongamos que es un post no publicado y te mueres y más nadie tiene la clave para actualizar tu blog. Déjalo así. Que la gente te deje mil comentarios en tu último artículo, pero de ese que quedó en borrador, o reposa hoy contigo no quede nada
Un capítulo más para ese soberbio tratado sobre últimas voluntades no cumplidas de Milan Kundera, titulado «Los Testamentos Traicionados».
Saludos!
Polémica inacabable.
1. Las viudas, los hijos, los editores, es como decir los derechos, la legalidad. Nada para que objetemos, o bien habría que modificar las leyes. Para más dificultad, no siempre son claras las posturas legales de unos y otros.
2. Tampoco es homogéneo todo lo que no se publicó. Cosas buenas y malas, enemigos y frustraciones, ¿Cómo poner todo en el mismo saco?
3. Un ejemplo actual, Bitoriano Gandiaga fue un espléndido poeta euskaldún, seguramente le costaría publicar como poeta. Estos días se anuncian libros con todos sus inéditos.
Y es que también son agentes literarios, el dinero, la envidia, la política, así como aventureros de pelajes muy diversos y tendenciosos.
Yo no sería drástico en estas decisiones, los descartes o valoraciones me gustaría que se basaran en la calidad artística. Pero ¿Cómo conseguir ese objetivo? Es como el olfato del pescador, de vez en cuando consigue una joya, la mayoría de las veces algún zapato agujereado.
Es una labor de todos, dinámica y apasionante.
Saludos cordiales.
Como diría Borges: Si realmente hubiera querido quemar ese manuscrito no hubiera delegado esa tarea en otros, lo hubiera quemado por su propia mano y sin avisarle a nadie.
Por lo tanto, que se publique. Ya nos encargaremos nosotros de quemarlo si no tiene «calidad artística»
Luis Carlos, creo que Dmitri sí tiene la clave del blog de su papá (digo, para seguir con tu metáfora).
Carlanga, en las series policiales resuelven este problema aduciendo que, por estar a punto de morir, el finado tenía un desorden bioquímico en el cerebro y no era apto para tomar decisiones. Así las cosas, Dmitri, publica la cosa esa ya.
Rafael, lo que propones es un laberinto. Como no existen parámetros objetivos definitivos para establecer qué tanta calidad artística tiene algo, sería muy difícil llegar a consenso con la obra cuasiquemada de un autor fallecido.
Guy, de acuerdo contigo, y más: ¿qué sentido tiene extender a otro la responsabilidad de quemar un escrito?
Jorge, JOrge, no descubro dificultades, el consenso en esto es imposible si queremos ser justos.
Como digo, es fascinante circular por el laberinto para encontrar…quién sabe que maravilla.
Las pinceladas de este blog son buen estímulo para seguir buscando, sin pretensiones absolutas, en agradable conversación.
Con respecto a lo de Borges, entre quemar o no quemar unos escritos, hay muchos matices y posiciones intermedias. De ahí los ejemplos tan variables…hablando de laberintos.
Saludos