Nombrado ministro de Gracia y Justicia del Reino de España en 1819, Juan Esteban Lozano de Torres debió de ser un personaje nefasto. La historia lo acusa de poseer una escasa o nula moral, para decirlo en una forma elegante.
En este artículo de 1854 sobre la corrupción en España, Karl Marx le dedica estas líneas:
No hay mejor prueba del grado de discreción manifestado por la Junta Central en el nombramiento de sus comisarios que el caso del delegado enviado a Wellington, señor Lozano de Torres, el cual, aunque humillándose en servil adulación del general inglés, informó secretamente a la Junta de que las quejas del jefe militar sobre escasez de víveres carecían de todo fundamento. Tras descubrir el doble juego de aquel pícaro, Wellington lo expulsó denigrantemente de su campamento.
Fulminante es, sin embargo, la biográfica humorística que publica el Correo del Orinoco —para los despistados, el periódico oficial de la revolución bolivariana, no esta sino la otra— el 1 de enero de 1820.
Atribuyéndole el mérito de la versión original a un medio británico, el Correo expone en tono de chanza el carácter del abyecto funcionario. Según el «rasgo biográfico», Lozano de Torres empezó sus andanzas muy joven en Cádiz, en una relojería de un tío suyo que lo despidió al no estar dispuesto a «sufrirle por más tiempo sus inclinaciones». Más adelante comete una estafa con una partida de bacalao cuya compra le ha sido encomendada, y que revende sin entregar cuentas, y esto lo obliga a esconderse hasta que encuentra un lugar en el espacio natural de semejantes sabandijas: el gobierno. Bajo el manto protector de Fernando VII, Lozano de Torres se convertirá en influyente capitoste y desplegará su potente arsenal de iniquidades.
Enamorado S.M. de la moral de este vasallo suyo, lo admitió en su gracia con la misma generosidad con que admitía otros de igual calaña, y se prendaba de ellos; y por uno de aquellos fenómenos, de que tanto abunda su reinado abominable, hete aquí mi hombre rigiendo en el Ministerio de Gracia y Justicia a aquellos mismos que no querían ser mandados por Napoleón, por su hermano Josef, ni sus Mariscales.
La biografía termina arengando a los españoles a que se unan a las armas de la revolución latinoamericana, «y la felicidad que resultará de esta unión será común para los unos, y los otros». ¿O es que creían que un artículo humorístico en el Correo del Orinoco iba a ser sólo una broma inocua?
Muy bueno el post! Buscaré más del Correo del Orinoco, pues creo que tengo algo en mi biblioteca que nunca he leído.
Feliz Año!