En 1970 irrumpió un librito que se ha convertido en uno de los grandes clásicos de la filosofía contemporánea: La plusvalía ideológica. En él, Ludovico Silva establecía puentes de comparación entre los mecanismos industriales y los espirituales:
Muy a grandes rasgos, nuestra hipótesis consistiría en preguntarnos si no es posible, teniendo en cuenta la afirmación de Marx de que las relaciones de producción se reproducen en el plano de la ideología, pensar que, así como en el taller de la producción material capitalista se produce como ingrediente específico la plusvalía, así también en el taller de la producción espiritual dentro del capitalismo se produce una plusvalía ideológica, cuya finalidad es la de fortalecer y enriquecer el capital ideológico del capitalismo; capital que, a su vez, tiene como finalidad proteger y preservar el capital material. (…) La realidad material, que se explicita como estructura social, determina dialécticamente a las formaciones ideológicas. En efecto, se establece un diálogo entre ambas realidades, una indeterminación, pues la ideología puede, a su vez, incidir decisivamente sobre la estructura social.
Al meterse con la ideología, un concepto exclusivamente intelectual, no podía Ludovico dejar que se escapara de su análisis el papel de los intelectuales en el asunto:
El obrero que conscientemente se deja explotar, que produce plusvalía a sabiendas, es, como decía Lenin, la antítesis del revolucionario: pues hay más potencial revolucionario en aquel que es explotado sin saberlo. Así ocurre con artistas e intelectuales dentro del capitalismo.
Ludovico señala la contradicción ideológica del intelectual: por fuera es un capitalista gozoso, pero sostiene que en su interior más profundo se conserva una ideología revolucionaria, que de tan profunda que está permanece impoluta. Los intelectuales que pinta Ludovico aquí no son nada inocentes:
Pertenecen, sin saberlo —pero sabiéndolo un poco más que el hombre medio—, a la ideología capitalista.
Lo más grave, sin embargo, no reside en eso, sino en que tales artistas e intelectuales son los mayores productores de plusvalía ideológica para el sistema.
Algo que se puede notar echando un vistazo a la historia (y, más particularmente, a este gran laboratorio de las confusiones ideológicas que es Venezuela hoy en día), es que ha quedado en evidencia la sobrevivencia del concepto, la plusvalía ideológica, sea cual sea el sistema que rija a los hombres. Los intelectuales son útiles para el poder, independientemente del signo político, para justificar las torceduras que ejerce sobre la historia, y más, sobre el sentido común.
Pueden leer más sobre este libro en este ensayo de Nelson Guzmán.
«El obrero que conscientemente se deja explotar, que produce plusvalía a sabiendas, es, como decía Lenin, la antítesis del revolucionario: pues hay más potencial revolucionario en aquel que es explotado sin saberlo. »
¿Pero tú crees que haya obreros que se dejen concientemente explotar?
A propósito de Ludovica Silva, tuve la oportunidad en una venta de libros usados en Mérida, de adquirir un extraño tomo titulado «Filosofía de la Ociosidad». Cuenta ahí Ludovico, que él donó su diario personal (se refiere a «mis memorias») entre 1959 y 1970 a la UCV.
Si alguien tiene conocimiento si dicha «casa que vence a las sombras» ha publicado esas memorias agradecería algún comentario al respecto.
Raquel, de todo hay en la viña del Señor.
Gandica, en un saltico le pregunto a su viuda, que vive aquí en Maracay. Quizás sepa.
hola quisiera conocerles saludos a todos
soy de bilivia – cochabamba estoy estudiando en
la universidad adventista de bolivia y quisiera que me
pasen
informacion de cualquier tema
gracias que tengan un bonito dia
chauu.suerte ok.