La revista colombiana SoHo publicó el jueves esta carta que RH Moreno Durán le escribió a su hijo Alejandro, de 11 años (quien, oh casualidades, nació el 16 de mayo, igual que yo), poco antes de morir.
Son notables los esfuerzos de RH por una redacción transparente, fácil de digerir para el chamito, en aras de los cuales varias veces vuelve sobre sus pasos para explicar palabras que quizás consideró demasiado complejas. Pero por supuesto lo más interesante son las historias que RH conserva para su hijo: cómo cuando era más joven odiaba a los niños (hasta el punto de decir que RH no significaba Rafael Humberto sino Rey Herodes), cómo esto cambió al nacer Alejandro, anécdotas varias del imaginario familiar.
«¿De qué se alimentan los fantasmas?», me preguntaste un día, cuando bordeabas los cuatro años. Al comienzo quise que me tragase la tierra, pues se supone que un padre por el solo hecho de serlo debe saberlo todo. A lo lejos oí el ruido de una motocicleta asmática y para salir del paso exclamé: «Los fantasmas se alimentan de aire». Y tú, como si fuese la respuesta más obvia del mundo, comentaste: «Claro. Por eso las túnicas de los fantasmas siempre están infladas». Me salvé de esa prueba, pero no de la siguiente. Unos amigos mexicanos te regalaron un bello Pegaso de trapo y tú me preguntaste entonces quién era «Pegaso» y por qué ese caballo tenía alas, a diferencia de los jamelgos que habías visto en alguna finca o atados a una «zorra» en las calles de la ciudad. Esta es la oportunidad que tengo para lucirme, me dije frente a tu enorme interés por el hermoso animal mitológico. «Pegaso», dije con la mayor erudición posible, «es un caballo alado que nació de la sangre de la Medusa cuando Perseo la mató cortándole la cabeza, que en lugar de cabello tenía cien serpientes con las que paralizaba a sus víctimas». Hice una pausa para tomar aire y proseguir mi sabia digresión cuando tú, con los ojos burlones clavados en los míos, me interrumpiste para decir con insufrible suficiencia: «¿En serio? No me hagas reír, papá». Como consuelo al ridículo que acababa de hacer, supe desde ese instante que habías nacido vacunado contra el Realismo Mágico. (…) Querido Alejandro: si de algo me arrepiento es de no haberle dicho a mi padre cuánto lo admiraba y quería. Mi única muestra de afecto se limitó a un rápido beso sobre su frente dos días antes de morir. El beso me supo a azúcar y me sentí un ladrón que furtivamente robaba algo que ya no era de nadie. ¿Por qué ocultamos nuestros sentimientos? ¿Por cobardía? ¿Por egoísmo?
En lo que a mí respecta no hubo manera de que esta carta dejara de remitirme a «Los hijos infinitos», un poema de Andrés Eloy Blanco que dice todo lo que puede decirse en relación con este tema:
Cuando se tiene un hijo,
se tiene al hijo de la casa y al de la calle entera,
se tiene al que cabalga en el cuadril de la mendiga
y al del coche que empuja la institutriz inglesa
y al niño gringo que carga la criolla
y al niño blanco que carga la negra
y al niño indio que carga la india
y al niño negro que carga la tierra.
¿Cuánto tiempo dedicamos en esta vida a decirle a los nuestros que los queremos? Generalmente pensamos que es poco, y generalmente es así, en especial con los afectos verdaderos.
Preciosos el fragmento de la carta de Moreno Durán y el poema de Andrés Eloy Blanco, de quien no había escuchado hablar, o si había escuchado hablar no recuerdo. Tu nota me ha resultado muy emotiva, idónea para esta mi mañana fría de domingo.
Un saludo.
Creo en decirlo, pero fundamentalmente en demostrarlo con hechos, palabra y acción 🙂
No es mi caso, pero sospecho que el varón de estos confines tiene serios conflictos con su concepto de la virilidad y el pudor. Además, las historias rosas y las telenovelas, al colocarlas en contextos muy ridículos, han banalizado frases fundamentales, conceptos vitales. Lo triste es que la ausencia de afecto paterno ha hecho mucho daño a nuestras sociedades. Si nuestra sociedad recibiera más afecto, se quisiera un poquito más, es decir, no sería tan barata a la hora de venderse. 😉
Javier, Andrés Eloy fue uno de los poetas venezolanos más importantes del siglo XX. Hay en Internet abundante material sobre él y de él, que te recomiendo revisar, pues es un autor indispensable.
MB, nada como la acción. Avanti. 🙂
Héctor, muy acertado eso. La falta de afecto nos predispone a la desidia, a la deconstrucción de nuestras vidas.
me encantó éste artículo, soy gran admiradora de la obra de R- H Moreno, y tratando de pescar una imágen bien interesante para una exposición encontré ésta, lástima, que es tan pequeñita, a próposito, si alguién posee alguna fotografía más grande, agradecere me la deje conocer.
Adriana
Pereira