Alfons Cornella destaca esta nota del diario El País donde se narra la historia de Jon Sudbo, un médico noruego que ha dejado en ridículo a The New England Journal of Medicine, y quizás a otras revistas científicas, al colar en ellas datos de falsas «investigaciones»:
Sudbo, según se supo ayer, llevaba cinco años inventándose unos resultados sobre el cáncer de boca que publicó en tres revistas médicas. Pero algunos de sus montajes son tan chapuceros que podrían haber sido detectados por un profano. Al menos una revista médica ha quedado en ridículo.
Si bien cada vez que aparece un caso similar desorbitamos los ojos en actitud de sorpresa, la verdad es que no es nada nuevo ver a solemnes académicos caer en el ridículo a causa del falseo de datos. ¿Recuerdan la historia de Boris Vian y su alter ego Vernon Sullivan?
…será el éxito obtenido por la ya citada Escupiré sobre vuestra tumba, publicada ese mismo año, la que le permita dedicarse profesionalmente a la literatura. Firmada con el seudónimo de Vernon Sullivan —»nom de plume» con el que aparecerán todos sus «thrillers», genero que cultivará con asiduidad— la historia que se nos cuenta en ella es la de un negro blanco que, aprovechando su peculiaridad epidérmica, venga a su hermano —de piel oscura— asesinado por racistas blancos. Durante varios meses, todo París creerá que la obra es original de un negro estadounidense. Cuando se descubre que su autor es Boris Vian, el escritor y su editor se verán sometidos a un proceso judicial en el que se les condenara por «ultraje a la moral y a las buenas costumbres». Al cabo, todo el escándalo redundará en un insospechado éxito de ventas para el libro.
Vian urdió su engaño bajo una férrea lógica editorial: en Francia, en aquellos años, todo lo que oliera a policial y proviniera de Estados Unidos se convertía de inmediato en best-seller. Entonces se unió con Jean d’Hallium, la cabeza visible del casi quebrado sello Ediciones del Escorpión, y juntos publican Escupiré sobre vuestra tumba —amén de otras tres novelas— con el seudónimo de Vernon Sullivan y una historia que no podía sino cautivar al público francés: el pobre Sullivan era un negro estadounidense que como consecuencia del racismo no podía publicar en su país.
Cuando se descubrió el paquete, ya era demasiado tarde para un buen batallón de críticos que habían caído en el ridículo, al comparar al inexistente Sullivan con William Faulkner y Henry Miller.
No comprendo el interés de algunos en querer dejar en ridículo a otros. De momento ha conseguido que publiquen algunos de sus trabajos realizados con mala idea en vez de otros bien expuestos. ¿Que así ridiculiza a las revistas científicas? ¿Y? Que demuestra que sus comités de selección de trabajos no es muy ducho ¿Y? Después nos quejaremos de que no existe confianza entre las personas. Uno sospecha que un investigador ofrece lo mejor de sí mismo, luego puede equivocarse o no en su trabajo. Para eso está la comunidad científica internacional, para comprobarlo. Pero lo que uno no espera es que conscientemente se dediquen a confundir para hacer mofa. Que se vaya a la mierda el chistoso y listillo.
Precisamente leía un artículo en NY Times sobre un libro presumido como autobiográfico y el cual fue evidenciado que incluía apartes de ficción. Con show de Oprah y todo. Busqué en este blog si podía encontrar la dirección de correo de Jorge para contarle y me encuentro con este asunto bastante similar. El daño que se le hace al escritor e investigador honestos es de dimensiones épicas. Ahora tendremos que gastar tiempo en demostraciones innecesarias, sólo porque unos bandidos se han aprovechado de las vulnerabilidaddes del sistema para ganar gloria. Pagamos justos por pecadores. Es nuestro mundo, así somos los humanos. Y dicen que la malicia latina viene de España con su pasado árabe y de nuestros indígenas. ¡Qué va!
Bien, Luis, cada quien con sus placeres. Una cosa sí es cierta: estas escaramuzas dejan claro que no es pertinente reverencia alguna. Todos somos tan frágiles.
Mauricio, tal parece que en ciertos círculos es dado mentir sin medida y, de paso, ganarse algún dinerillo por ello. Menuda rabieta debió agarrar la Winfrey, burlada en su credulidad.