Además de compartir la dirección del Programa de Fotografía y Medios del Instituto de Artes de California, la profesora argentina Natalie Bookchin (en la gráfica de la derecha) es una de las más respetadas sacerdotisas del net-art, palabreja que implica no otra cosa que aprovechar la red como espacio de creación artística. Uno de sus experimentos ha sido tomar una versión en inglés del cuento “La intrusa”, de Jorge Luis Borges, y convertirlo en este videojuego de diez instancias, construido en Shockwave y disponible además en francés. El jugador va escuchando la historia a medida que sortea los pixelíneos obstáculos que se le proponen, aunque los curiosos pueden revisar la versión original del cuento en español. La imagen de arriba corresponde a la tercera de las instancias de The intruder, una creación de net-art ya antiquísima (data de 1999).
Interesantes las reflexiones de Bookchin en esta entrevista (por cierto su apellido aparece mal escrito) en la que explica cómo la obra borgiana encaja perfectamente en el concepto de hipertexto y cuenta algún chisme sobre lo que se está haciendo en la actualidad en eso de mezclar tecnología y arte. Por supuesto habla también de su videojuego, que define como un ejercicio de remediation: la traducción de un texto a otro medio.
Esto es lo que responde Bookchin cuando le preguntan sobre el “despiste” —palabra que usa la periodista que firma la nota— del que estarían padeciendo quienes critican estos devaneos artísticos por contribuir supuestamente al exterminio del libro:
…los habitantes de la biblioteca de Babel de Borges también se sentían perdidos, obsesionados con la búsqueda del libro perfecto. Esa misma desesperación y frustración sienten ahora muchos que navegan por la red buscando la última información, la información perfecta. Cuando la red, como la biblioteca de Babel, no tiene salida ni centro. Ambas se van abriendo, bifurcando, ramificando sin fin…
Bien, si ya fueron a leer la entrevista a Bookchin habrán notado que la periodista menciona un libro al principio. La hipotextual estructura de ABC no muestra enlace alguno, pero es que la entrevista hace pareja con otra que le hacen a Perla Sassón-Henry en torno a su libro Borges 2.0: del texto a los mundos virtuales, en el que la investigadora llama la atención sobre las coincidencias entre la revolución informativa de nuestros tiempos y los ensueños bibliológicos de Borges —es decir, cosas que ya sospechaban los que no las habían descubierto. El libro fue publicado originalmente en inglés como Borges 2.0: From Text to Virtual Worlds, y está muy bien ponderado en esta nota de Noam Cohen en el New York Times. Quienes no leen en inglés pueden aprovechar esta versión resumidísima, aunque lamentablemente no incluye un detalle de la original: varios párrafos de cuentos de Borges en los que se prefiguran la idea de la Wikipedia, los blogs, Youtube y la mismísima Internet.
¿De qué hablábamos? De hipertexto, ¿no? Pues hagan doble click sobre cualquier palabra en la nota original del NYT y verán qué elegante aplicación del concepto.
Por cierto, en diciembre el niño Jesús se lució regalándome esta edición de cuentos borgianos. El libro es puro hipertexto impreso: al final de cada cuento, una multitud de notas te dice a qué se refiere Borges, casi a cada paso que dan sus desquiciantes historias. Definitivamente no es un libro para leer: es un libro para volverse goloso y tragárselo con cubierta y todo. Lean esta nota que se refiere a la frase “Carlos Argentino Daneri recibió el Segundo Premio Nacional de Literatura”, que se encuentra casi al final de “El Aleph”:
Los Premios Nacionales de Literatura en el concurso de obras de imaginación en prosa para 1939-1941, acordados en 1942 por la Comisión Nacional de Cultura, correspondieron a Eduardo Acevedo Díaz (hijo) (1882-1959) por su novela Cancha larga; a César Carrizo (1888-1950), por Un lancero de Facundo; a Pablo Rojas Paz (1896-1956), por El patio de la noche. De los miembros del jurado, sólo Álvaro Melián Lafinur [a quien se identifica en otra nota del mismo libro como el modelo para Carlos Argentino Daneri] votó por Borges, para el segundo premio. En julio, Sur dedicó a Borges un número de desagravio [Nº 94 (1942)]; ese mismo mes, un anónimo en Nosotros [Nº 76-78] afirmaba que “el jurado entendió que no podía ofrecer al pueblo argentino, en esta hora del mundo, con el galardón de la mayor recompensa nacional, a una obra exótica y de decadencia que oscila, respondiendo a ciertas desviadas tendencias de la literatura inglesa contemporánea, entre el cuento fantástico, la jactanciosa erudición recóndita y la narración policial; oscura hasta resultar a veces tenebrosa para cualquier lector, aun para el más culto”. Al desagravio de Sur se añadió la creación del Premio de Honor de la SADE, concedido a Borges en 1944.
El libro me recuerda la historia contenida en “El laberinto de Aldana”, un excelente relato de mi amigo Ricardo Iribarren, quien estoy seguro se lo pasó muy bien escribiéndolo. Pueden leerlo en la sección “Ficciones” de aquella antología Libro de hacedores, que publicamos en homenaje a Borges en ocasión de su centenario.
So, ¿el hipertextual es Borges o somos nosotros? Es un hecho que toda tecnología es una extensión de una habilidad humana. El automóvil es una extensión de nuestra habilidad de trasladarnos. Los anteojos, el microscopio y el mismísimo Hubble son extensiones de nuestra habilidad de ver. ¿De qué habilidad es el libro una extensión? Obviamente de nuestra habilidad de razonar. El hipertexto es una de las aristas en el perfeccionamiento de esa tecnología que es el libro; ergo es una de las aristas en la creación de extensiones de nuestra habilidad de razonar; ergo nada en él es ajeno a nuestra esencia humana.
¿Ya lo notaron? Este post arranca hablando de un videojuego borgiano, salta a la idea de Borges como profeta del hipertexto, muestra cómo el NYT es un sancocho hipertextual, menciona una antología de cuentos de Borges, cita una nota de esa antología que revela detalles sobre “El Aleph” y cierra con un cuento sobre el laberinto hipertextual que es toda la obra borgiana, publicado en una revista que circula sólo en Internet (la mía, para más señas 🙂 ).
Borges no es pionero del hipertexto; es, sí, uno de sus más notables intérpretes. El hipertexto está en Borges, pero lo está en cuanto Borges es humano. El hipertexto está en nosotros: nunca requirió de computadoras para vivir su vida de laberinto, la versión orgánica es perfecta y millones de veces más rápida y versátil que la electrónica, y siempre se le conoció por el nombre más amable de pensamiento.
Actualización: Perla Sasson-Henry me ha escrito anoche aclarándome que Natalie Bookchin no es argentina (por eso lo he tachado en mi nota original), y la verdad es que ahora no sé de dónde saqué tamaña imprecisión. Por otro lado, la cita que empieza con la frase «los habitantes de la biblioteca de Babel de Borges» y que atribuí a Bookchin, es en realidad de Sasson-Henry, verdadera entrevistada de la periodista de ABC. Y verdadera argentina, además. Mis disculpas por los errores.
Sueño I
Somos un sueño y seremos olvido.
Un grano de arena en una pequeña pecera,
La luz de una estrella escondida en la buhardilla,
El canto del grillo sin haber visto jamás a un grillo.
Somos un sueño en el que una mente obro por todas
y cada una de las soñadas creyó que por si sola pensaba,
Sin saber la primera que otra mente la guiaba.
Y así será como este extraño mundo se rige,
En el cada uno se siente dueño de sí mismo,
Sin saber que el dueño del Todo es uno solo
Y con un soplo borrara todo lo que hizo.