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Sin duda alguna la gran noticia de estos días es que la Biblioteca Ayacucho ahora está disponible gratuitamente en archivos PDF, como comentó Juliana Boersner el sábado. Gran noticia porque, pese a que este ingente esfuerzo editorial tiene ahora entre sus responsabilidades la evangelización socialista, tiene una historia gloriosa en la difusión de la gran literatura. Además, es un trabajo que dignifica y homenajea al lector: sus ediciones son cuidadísimas, hermosas al tacto, a la vista y al intelecto, y la mayoría se vende a precios muy bajos.

La presentación de la Biblioteca Ayacucho Digital representa un importante espaldarazo a la difusión del libro por vías electrónicas, aunque tiene sus bemoles. No tanto porque, como ya decía Juliana, no estén disponibles todos los libros, algo que se puede entender y disculpar pues entre los que sí lo están uno puede hallar cosas como la antología de Rubén Darío, la Obra completa de José Asunción Silva o la de José Antonio Ramos Sucre. El problema es que en su mayoría los libros disponibles no son en realidad digitalizaciones, sino imágenes escaneadas y compiladas en los archivos PDF que el usuario descarga. Son archivos PDF en los que no se puede localizar información con la herramienta de búsqueda del lector PDF que uno use, ni copiar bloques de texto para, por ejemplo, hacer citas en un trabajo de investigación. Ergo, si usted descarga la monumental Obra literaria de Andrés Bello, de más de 700 páginas (un PDF de 17 Mb), tardará mucho tiempo antes de descubrir en qué página se encuentra este fragmento:

Fragmento de la Obra literaria de Andrés Bello

Una lástima. Algunos de los libros que sí están en verdaderas ediciones digitales están anunciados como novedades o reediciones, pero en líneas generales uno tiene simplemente que apelar a su sentido de la aventura y rezar por que el libro que uno está descargando sea un PDF con texto y no con imágenes. Es el caso de los cuentos de Quiroga o Literatura y estética, de José Carlos Mariátegui, títulos que al no ser compilaciones de imágenes produjeron archivos PDF mucho más pequeños (menos de 2 Mb, en cada caso). Un libro digital en el que no se pueda al menos localizar información es un objeto inútil, pues la utilidad del libro digital reside precisamente en la posibilidad de disponer a nuestras anchas de la información que encierra el libro. Es además frustrante que, si uno intenta leerlos en página completa la letra resulta ininteligible, y si los amplía se ve pixelada.

Con todo, estamos ante una gran noticia. Se entiende que muchos de los libros no sean realmente digitales: sencillamente fueron publicados en una época en la que las herramientas digitales de edición eran aún ciencia ficción. Para digitalizar esos libros hay que hacerlos pasar por un proceso arduo y laborioso. Sólo queda tener confianza en que en el futuro se digitalicen realmente, para que podamos sacarles el jugo. Entre tanto, una recomendación para los amigos: Foxit Reader es mi lector PDF preferido. Es gratis y muy, muy liviano, mucho más que el (para mí) insufrible lector de Adobe.

Ah, por cierto: el libro de Isaías no está disponible.

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