La Biblioteca Histórica de la Universidad de Salamanca lleva a cabo desde 2001 la catalogación de su fondo antiguo. Pero no ha sido cosa simplemente de anotar los datos de cada volumen: se ha creado un registro completo que incluye las sucesivas signaturas de cada ejemplar, las bibliotecas por las que ha pasado o incluso los sitios de cada biblioteca en los que ha estado, las marcas de posesión y uso, las notas de lectura (pues eso de rayar los libros no es una maña nueva, obviamente), los testimonios de haber sido libro sospechoso o condenado y la encuadernación como marca de posesión y reflejo de las épocas artísticas.
Dicho de otra manera, el registro permite hurgar en parte de la historia secreta de cada libro, incluyendo quién fue su propietario antes de llegar a la biblioteca. Ya han sido identificados unos 2.000 propietarios de estas joyas antiguas. Todo un océano de cosas interesantes, especialmente si consideramos que, fundada hace más de 700 años, la de Salamanca es una de las universidades más antiguas de Europa y, en España, la más antigua que se conserva. Y lo mejor del caso es que todo eso está en línea y uno puede libremente darse unas vueltas por ahí.
Tal minuciosidad arroja algunas curiosidades. Por ejemplo, hay dos libros de Terencio que pertenecieron a Francisco de Quevedo. Vean las notas que acompañan a la ficha de uno de ellos (en lugar de las abreviaturas del texto original he usado las palabras a las que sustituyen):
Este volumen («exemplar») es el segundo de los tres volúmenes de las obras de Terencio impresos en Lyon en 1560 que formaban una unidad, como lo demuestra la información de la portada y los elementos comunes de los preliminares y de la composición, y cuyo contenido se complementaba uno con los otros (…). Colofón en la página 476. Es una coedición entre Macé Bonhomme y el librero Antoine Vincent, con la marca de cada uno en las portadas correspondientes (…). Las 2 últimas páginas en blanco (…). Los comentarios a dos columnas.
Entre otros personajes pueden encontrarse libros y exlibris de Diego de Covarrubias, Juan de Miranda y Oquendo, los catedráticos Miguel Martel y Juan Justo García. Incluso aparece un Francisco Rico, aunque no se trata del académico contemporáneo sino de alguien que probablemente vivió en el siglo XVII, y a quien perteneció el exlibris que encabeza esta nota.