William Ospina llegó anteayer a Caracas. Todos estos días estará recibiendo a periodistas y participando en diversas actividades organizadas por el Celarg y otros entes, hasta el 2 de agosto cuando recibirá el Premio Rómulo Gallegos por El país de la canela con un discurso del que ya se conoce el título, «Elogio de las causas», y sobre el cual el autor habló –entre otros temas– con Ana María Hernández en esta entrevista que publica hoy El Universal:
Para mí es fundamental expresar mi gratitud y reconocimiento por el premio, por la obra de Juan de Castellanos. Es un llamado a la reconciliación de nuestras memorias, a valorar con igual intensidad nuestro pasado indígena, nuestra conciencia europea y el aporte africano.
Ospina tiene una vasta obra poética que sin duda ha dejado sus huellas en esta novela, como le comenta a Ana María:
Yo siento que la poesía y sus recursos son instrumentos útiles para la narrativa, que tiene su propio ritmo, su propio tono. Pero cuando se trata de suscitar un mundo perdido, un mundo que no es el mundo en que vivimos hoy, siento que la poesía nos da recursos para traer de una manera condensada cosas que de otra forma habría que describir mucho más largamente.
En estos tiempos en que la política ha invadido obscenamente todos los ámbitos –hasta la cocina–, el Rómulo Gallegos no escapó a la polémica. Ospina no ignora esto y refiere que, «más allá de lo que él pensaba», las reacciones que ha visto le han demostrado «la importancia del premio y lo serio que lo toma el mundo literario».
Colombia comparte con México el récord en los premios Rómulo Gallegos. Entre ambos países se han llevado la mitad de las ediciones del premio. Los otros ganadores colombianos han sido el infaltable García Márquez con la infaltable Cien años de soledad, Manuel Mejía Vallejo con La casa de las dos palmas y Fernando Vallejo con El desbarrancadero. Buena cosa esta, que la literatura brinde calor a lo que la infame política se obstina en congelar.