El viernes no pude asistir a la toma cultural de Colón organizada en el marco del XVII Encuentro Colombo-Venezolano de Escritores, pues llegué molido después de las doce horas de camino que me llevaron al Táchira. Así que reprogramaron mi participación incluyéndome en un recital que se realizaría esa tarde en la Universidad de los Andes y para allá me fui con Carmen Alida Méndez Bellini, Luz Marina Sarmiento, Douglas Bohórquez, Daniel Suárez Hermoso y Alberto Jiménez Ure, además de Homero Vivas y Luis José Oropeza, directivos de la Asociación de Escritores del Táchira, y varios amigos mezclados entre los estudiantes que asistieron como público. En lugar de acoplarme al menú poético del recital, leí «Estocolmo», el más exitoso de mis cuentos —una historia de bares y amores perdidos y reencontrados—, para lo cual tuve que forzar la barra un poquito y aprovecharme de la paciencia de Luis José, quien hizo de moderador, pues me pasé con creces de los quince minutos que se concedieron a cada autor.
La llegada de Alberto Jiménez Ure a la ULA causó no poco revuelo entre los estudiantes. Con su ropa, sus anteojos redondos y su cabello, todos de color negro, el tipo es una versión merideña de Ozzy Osbourne, y los chamos, claro, no lo pelaron. Apenas pusimos pie en el patio interno de la entrada de la universidad empezaron a gritar de todos lados: «¡Ozzy, Ozzy!». Cuando ya habíamos bajado las escaleras que nos conducían al auditorio donde hicimos el recital, Alberto decidió devolverse, se paró en medio del patio y empezó a saludar a los muchachos… en inglés. Y no faltó el despistadillo que se preguntara si en verdad era Ozzy Osbourne el que estaba allí hablándoles.
La foto de arriba nos la tomó Ana Berta la noche del sábado, día de Halloween. La chica es Constanza Inzúa, la hija de Ana Berta, ataviada para la ocasión, aunque sospecho que dan más miedo los disfraces de los dos personajes que la rodean. Abajo, durante mi lectura de «Estocolmo», Alberto sacándose libros de la manga, de pie al lado de Luis José que ya estaba cansado de pasarme papelitos para recordarme que me había pasado del tiempo.
Alberto captó mi atención hace alrededor de veinte años con una novelita extraña e intensa, Aberraciones, que era justamente eso, una aberración de cabo a rabo en la que un hombre tenía relaciones con su hija. En 1992, ya dirigiendo El Tabloide, publiqué una extensa entrevista que le hizo en Mérida mi amigo el pintor Rafael Herrádez. En un gesto de agradecimiento, Alberto me envió con Rafael, al año siguiente, su novela Dionisia, que aún conservo y que tiene el valor agregado de una afectuosa dedicatoria. Ese fue el único contacto que tuve con Alberto hasta ahora.
En aquella época Alberto era conocido por su look a lo John Lennon, que lucía con el mismo desenfado con que ahora —varios años, letras y polémicas más tarde— saluda en inglés a quienes creen que es Ozzy Osbourne. Cuando le publicamos la entrevista en El Tabloide incluimos fotos donde se apreciaba el parecido, pero como me va a costar mucho conseguir ese material les dejo con la imagen de la contraportada de Dionisia: