Sergio Olguín contra el desierto

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Sergio Olguín recibe el premio Tusquets Editores de Novela de manos de Beatriz de Moura

Ayer fue entregado en la Feria de Guadalajara el Tusquets Editores de Novela, un premio difícil que había sido declarado desierto en dos de sus cuatro anteriores ediciones, la última de ellas el año pasado, y que en esta ocasión recayó sobre el argentino Sergio Olguín. El Tusquets repitió jurado, con el vehemente Juan Marsé a la cabeza, acompañado por Almudena Grandes, Jorge Edwards, Élmer Mendoza y, en representación de la editorial, Beatriz de Moura, quien aparece en la foto entregando a Olguín la estatuilla diseñada por Joaquín Camps. Por la sonrisa de Olguín, es de suponer que el cheque de 30.000 euros fuertes ya estaba en su bolsillo.

Olguín, un bonaerense de 42 años, se une en la accidentada plantilla de ganadores del Tusquets al colombiano Evelio Rosero (Los ejércitos, 2006) y al mexicano Élmer Mendoza (Balas de plata, 2007). Fundó y dirigió por nueve años, hasta 1999, la revista V de Vian, y fue fundador de la revista de crítica cinematográfica El Amante. La nota de la FIL resume parte de la rueda de prensa en la que se entregó ayer el premio:

Olguín, quien se hizo acreedor a treinta mil euros y una estatuilla de bronce diseñada por Joaquín Camps, explicó que Oscura monótona sangre es, precisamente, «una novela oscura, una novela negra» que, agregó en tono de broma, «busca ser un plagio absoluto a Simenon». Sobre la relación de sus trabajos periodístico y literario, indicó: «Soy una persona que no se conforma con un solo oficio». En el libro, de acuerdo con el acta del jurado, se narra la historia de «un hombre ejemplar hecho a sí mismo, dispuesto, no obstante, a traspasar todos los límites por una relación inconfesable».

Oscura monótona sangre es el título de la novela ganadora, que obtuvo el favor del jurado —por mayoría, como se indica en el veredicto— gracias a «la sabia estructura y la magnífica resolución de una trama de obsesión y doble moral, de pasión y conflicto social»:

Camino de su empresa en las afueras de Buenos Aires, a Julio Andrada le gustar tomar todas las mañanas, si va solo, la avenida Amancio Alcorta, porque se adentra por barrios humildes que le recuerdan su procedencia, y, sobre todo, le devuelven la medida exacta de su éxito y su ascenso social. Un día, en una comida azarosa, Julio no puede evitar oír la conversación y las bromas de unos camioneros sobre el mercado sexual en uno de los barrios próximos a su trayecto habitual. Como dirá él mismo, ese día será el principio del fin. Guiado casi por una pulsión incógnita, Andrada se sorprenderá a sí mismo acudiendo al atardecer en coche, y contratando los servicios de Daiana, una adolescente que le provocará un borbotón incontenible de deseo. El vecino y empresario modélico, presidente de su comunidad, preocupado por la buena imagen de su familia, organiza con aplomo y fría inteligencia su doble vida. Pero poco a poco la situación precisa de decisiones rápidas, y de comportamientos cada vez más resolutivos y comprometidos.

La novela finalista de esta edición ha sido Cuadrante Las Planas, del bilbaíno de 44 años Willy Uribe —quien recibe 10.000 euros—, la historia de un hijo de emigrantes vascos que vive en «un lugar perdido en los desiertos de Suramérica» y que de pronto se ve forzado a regresar a la tierra de sus mayores.

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