Manuel Caballero nos ha dejado

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Manuel CaballeroHoy ha muerto el escritor e historiador venezolano Manuel Caballero, una de las más profundas voces críticas de la Venezuela contemporánea. Su imprevista partida —acababa de pasar por una operación que se complicó y le produjo una infección—, de la que me enteré antes por Milagros Socorro y después por El Nacional, nos deja con un invaluable legado de más de cincuenta títulos e innumerables artículos en los que analizó hasta el hartazgo el tema que lo obsesionaba: la historia de Venezuela, las bases de lo que somos hoy, la explicación de nuestras encrucijadas.

Un viejo samurái, capaz de luchar hasta el final y para quien el único honor es morir en la contienda, Caballero trasciende de su partida física en su último artículo, publicado hoy en El Universal, y en el que vuelve como siempre sobre el tema. «La Independencia como mitología» rastrea los orígenes del endiosamiento de los próceres:

La mitología de la guerra de independencia en la Venezuela republicana posterior a 1830 y hasta nuestros días tiene caracteres menos políticos que fundacionales: los guerreros de la independencia, Bolívar en primer lugar, no crearon una nación ni un Estado, sino una cultura; no son guerreros victoriosos, sino nuestros primeros padres; no son hombres prestigiosos por sus hechos de armas y sus ideas, y ni siquiera son mitos, sino semidioses (y en el caso de Bolívar, un solo Dios).

El 28 de julio de 2005, en ocasión de su incorporación a la Academia Nacional de la Historia, Caballero pronunció el discurso «Contra la abolición de la historia» [PDF, 165 Kb] —que es también el título de uno de sus libros—, en el que denuncia la mala maña de interpretar de forma acomodaticia, aislándolas de su contexto original, las palabras de los personajes históricos; describe los mecanismos por los cuales se falsea la historia y advierte que el objetivo de tales artificios es, ni más ni menos, abolir la historia para sustituirla por la leyenda y el mito, y, de paso, suprimir la participación del colectivo en la relación de los hechos que han construido nuestro presente. Y cierra don Manuel con la atinadísima identificación de la responsabilidad de los historiadores:

…nuestra responsabilidad primera, que es la de ayudar a los pueblos a confiar en su propia fuerza antes que en la de un padre protector vestido si posible de uniforme; a recuperar la memoria, esto es, la historia. En una palabra, a llegar a la madurez.

Para Manuel Caballero no habrá despedidas oficiales —tampoco le hubiera gustado mucho la idea. De hecho, es de prever que los medios oficiales —los que hablen de su partida— lo llenen de exabruptos por su posición crítica ante el poder. Y parece cosa de paradoja, pero estoy seguro de que esto le habría satisfecho.

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