Si Chespirito condensó en la pantalla el espíritu del latinoamericano a través de la figura de su antihéroe El Chapulín Colorado, el caricaturista chileno Pepo hizo lo propio en el medio impreso con su inmortal Condorito. En 1949, René Ríos Boettiger —que así se llamaba Pepo en realidad— publicó la primera tira cómica del cóndor que camina, piensa, habla, goza y sufre como cualquier ser humano, sin que nadie advierta sus diferencias con los verdaderos seres humanos.
Como personaje, Condorito es un comodín. Puede ser rico o pobre, ladrón o policía, indio, chino o negro, astronauta o policía; puede aguantar el desempleo en su «chalet» o estar harto del trabajo, mostrarse juicioso ante situaciones incómodas o estar encerrado en un manicomio con sus característicos espirales en los ojos que indican que está loco. Sus aventuras ocurren generalmente en su pueblo, Pelotillehue, pero si la historieta de turno lo requiere estará en cualquier lugar del mundo o incluso fuera de él. Como Chespirito, introdujo varias expresiones al habla cotidiana: «Reflauta», «Exijo una explicación» o el «¡Plop!» que cierra las historias con finales sorpresivos. Igualmente, los personajes que lo acompañan son tan variados y estereotípicos que es fácil encontrarlos en nuestro entorno: los suegros infames, la novia buenota, los amigos chambones, el pedante impenitente que cae como un saco de plomo y al que con gusto le partiríamos la cara a golpes.
Y el perro Washington. Ese es un perro de estos y aquellos sures. No siempre fue blanco, en ocasiones Pepo lo coloreaba de ese naranja clásico de las revistas de Condorito. Una vieja leyenda urbana le atribuía su nombre, Washington, a cierto arranque latinoamericanista de Pepo, pero nada más falso —aunque en la creación de Condorito sí tuvo que ver una intención de Pepo de responder al estereotipo chileno del avioncito destartalado en Saludos amigos, de Disney—: la historia del nombre del perro está ligada a las notas burlistas sobre «el roto Quezada» que aparecían en periódicos, carteles y otros elementos de la historieta:
Las revistas de Condorito venían antes con editoriales que por lo general eran escritos por Pepo, y en uno de ellos él entrevista al perro Washington para que cuente la historia. El sitio Memoria Chilena lo cuenta aquí y además permite descargar el editorial en cuestión, además de incluir una completa y sucinta historia del personaje y, lo mejor, algunos números.
Todo ocurrió un día de 1949 cuando Pepo, su esposa y su cuñada fueron gentilmente invitados a cenar por un teniente del Ejército al casino del Club Militar. En algún momento ambas señoras fueron al baño y cuando volvieron habían desaparecido sus carteras.
«Llamé al maitre —cuenta Pepo— y le reclamé. Dijo que había que hablar con el mayor Washington Quezada, gerente del Club. Solicitamos la correspondiente audiencia y cuando estuvimos frente a él se comportó groseramente con mi mujer y cuñada. ‘Lamentablemente’, dijo, ‘a este Club están llegando mujerzuelas que, además, se hacen las robadas’ (…). Un ‘por favor no me comprometas’ de mi amigo militar, me retuvo en el asiento. De lo contrario le vuelo los dientes. Así que para abreviar dije: Con rotos como este no se puede seguir hablando. Justo en esos momentos nacía Condorito y ahí lo metí entonces como un motivo de chistes. El perrito con la patita levantada y el letrero que dice ‘Muera el roto Quezada’. Y al perro le puse Washington».
(…) La venganza se extendió a otras expresiones que aparecieron por años en la publicación: «Quezada felón», «Hoy fusilan al roto Quezada», «Cloteó el roto Quezada», etc. Según Pepo durante los años setenta un familiar de Washington Quezada se acercó a él para decirle que el mayor había muerto, que ya era absurdo seguir con las referencias a él en la revista. Pepo accedió, sin embargo, al poco tiempo supo que Quezada estaba vivo y trabajaba en el Hospital Militar. Entonces continuó con el desagravio que desapareció definitivamente en la segunda mitad de los ochentas con la internacionalización de la revista, y la petición formal de las hijas del militar de terminar con la venganza.
Como suele suceder con los mitos, el del roto Quezada tiene su historia alternativa. En este caso es la que cuenta el dibujante Luis Goyenechea Zegarra (Lugoze) en esta breve entrevista.
Pepo murió de cáncer en 2000, a los 88 años de edad. Desde entonces Condorito ha estado dando bandazos, pero ahí está.