Arturo Pérez-Reverte acaba de abrir un blog en el que está echando el cuento de cómo está escribiendo su próxima novela. Sus dudas antes de darle forma a ideas concretos, los balbuceos que más adelante se convertirán en frases brillantes (o no), las estrategias para conseguir la información que dé cuerpo a la novela, todo está allí. Mejor que un taller literario: es como entrar al estudio del escritor y verlo trabajar, pero sin la parte aburrida.
Ajedrez. Sigo con eso. Se me plantea un problema técnico grave. Necesito un móvil para que Max se implique en la parte final y más peligrosa de la trama. Y no lo encuentro. Soy un ajedrecista mediocre. Ya con La tabla de Flandes sudé sangre. Llamo al entrañable amigo Leontxo García y lo invito a comer. Tengo un problema, Leontxo. Le digo. Esto y lo otro. Dame un móvil, Un motivo. Qué pasaría si un ajedrecista, campeón del mundo o aspirante, hace tal o cual. El tío piensa un rato y me lo da. Excelente, por cierto. Le hago muchas preguntas y tomo notas. También, de postre, le pido que me ayude a montar una trampa en una partida para descubrir a un posible infiltrado del otro bando. En treinta segundos me da la idea. Luego en casa, me abalanzo sobre los libros de ajedrez y empiezo a buscar situaciones apropiadas. A vestir la partida. En dos días queda todo resuelto. Ya tengo el pretexto, la trama, la trampa.
Ah, por cierto, por si queda alguien que no se haya enterado en su momento: Pérez-Reverte Facts.