El que sale en la (algo movida) foto a mi lado es mi tocayo Jorge Dávila Vázquez, a quien he conocido durante el encuentro Kipus. Se trata de uno de los escritores más reconocidos de Ecuador, de quien me llevo a Venezuela dos poemarios y una novela. El tocayo es un intelectual de los de mejor calado: los que tienen sentido del humor, que en el caso de Jorge tiene unas tonalidades negrísimas, y siempre muy acertadas. Además es un autor que no le hace asco a Internet, y alguien cuya amistad me honra.
Como es de suponer al ser éste un encuentro de editores de revistas literarias, se ha caído una y otra vez sobre el tema de la proverbialmente efímera vida de estas publicaciones. Es un rasgo que las caracteriza, tanto si salen de una imprenta como si son meramente digitales. Rodolfo Ortiz, editor de la revista boliviana La Mariposa Mundial, decía ayer en su hermosa ponencia que el equipo de aventureros que se lanza a la edición de una revista literaria tiene que considerar como un hecho cierto y cercano la muerte de la misma.
Pero Jorge había dado poco antes la solución definitiva a este problema: ya que la historia común de las revistas literarias pasa por un inicio entusiasta y, después de algunas ediciones, el advenimiento de un largo silencio mortuorio —generalmente sin posibilidad de resurrección—, había que publicar una única edición que en lugar del número 1 indicaría en la portada que se trataba del número 12. Según Jorge, el número en el que muere la mayoría de las revistas literarias es el 11, así que al empezar con el número 12 se evitaba pasar por el mal trago de la muerte. Con el tiempo y si ese único número de la publicación tenía éxito, los lectores, los estudiantes de literatura, los profesores y los críticos pasarían años rastreando la trayectoria de los autores involucrados, buscando en sus libros y en todo rastro público de ellos alguna señal, algún indicio de esos once números perdidos de la revista.
¿Y qué pasaría si alguien pregunta por qué la revista no circuló más allá del número 12? El avispado editor, responde el mismo Jorge, debería responder: “Para no llegar al 13, pues de todos es sabido que es un número fatídico”.
Hoy, por cierto, es nuevamente 14 de septiembre.
Que bueno que la estas pasando entre «jorges» afines y paseos 🙂
Hola Jorge. Te cuento, cuando Ángel leyó tu reflexión, no paró de reír, pues me contó que con Tarasca le pasó lo del número fatídico, dejó de circular, es decir, no apareció el número 12. Y ni hablar que yo pensaba por estos días lanzar una propuesta de desarrollar una especie de circulo de lectores que incluyera la producción de una revista en este pueblo en el que no vale la pena proponer nada por el gran vacío que hay en los pocos monopolizadores del quehacer cultural.
En efecto, MB, fue un gran paseo.
Perséfone, una de las certezas que se deben esgrimir al momento de emprender una de estas iniciativas, es que no tenemos público. Quién sabe. A lo mejor lanzas tu propuesta y consigues una mejor respuesta de la que esperas.
Saudaciones literarias.
Pronto aparecerá una antología de cuentos (en Espasa Calpe) que mostrarán las distintas líneas de fuerza de lo grotesco en la literatura y en el arte.
Hola! Es un gran post que me descubre muchas realidades hasta ahora por mí inadvertidas. El final mantiene esa aguda ironía del post. No pasó del 12, entonces cómo llegar a ese 13 fatídico. Genial. Escribo en mi blog y trato de ser escritor hace unos años. Os dejo un saludo cordial desde España, Madrid.
Hola. Estoy creando http://www.disemdi.com , un periódico digital que paga según las visitas que tenga tu artículo y me gustaría que colaboraras conmigo.
Concédeme una entrevista a través de Messenger o gmail, mi correo es lonuestro27@hotmail.com. O bien mándame directamente un autorretrato escrito tuyo para colgarlo en la pagina http://www.wwwdisemdicom.blogspot.com donde está el mio; conocer a Guillermo Chacón.
Un saludo.Jose Guillermo.
Hola que linda tu experiencia de los dos Jorges! sabes que siempre me pierdo de tu blog y luego lo vuelvo a encontrar sin querer queriendo!! saludos