El doctor House

¿Cuántas cosas inteligentes pueden verse en televisión? No mucho después de Seinfeld. Atentos, entonces, a House, M.D. O simplemente House, para los amigos.

House narra los casos que atiende el doctor Greg House, un tipo extremadamente inteligente, cínico y cojo. En el hospital donde trabaja es el genio que le salva la vida a los pacientes que otros médicos desahucian. Para curarlos los somete a toda una aventura de hipótesis, en una terapia de ensayo y error que no pocas veces los pone al borde de la muerte, casos en los cuales él simplemente reconoce su error y pasa a una nueva hipótesis hasta que al final los cura casi de milagro. Y estoy siendo literal: en el capítulo DNR levanta a un jazzista paralítico.

No es la clásica serie sobre médicos (nunca soporté E.R.), sino una especie de policial donde House es el policía y los criminales son virus, males congénitos y coágulos ocultos. Se equipara tanto con los policiales que hasta tiene un jefe de policía, la directora del hospital —que le dificulta las cosas pero siempre termina reconociendo la maestría de House; en la foto es la chica de rojo—, y un alcalde odioso, el presidente de la junta directiva —un millonario que compra el puesto con una «donación» de cien millones de dólares y que afortunadamente sólo durará cinco capítulos.

Además de todo lo dicho, el sello característico de la serie es el hiriente cinismo de House, un tipo al que nadie le cae bien y no tiene empacho alguno en hacérselo saber al que tenga enfrente. El personaje es interpretado por el actor británico Hugh Laurie, un actor que en lugar de rostro tiene un rictus. El padre de Laurie es médico, por lo que él ha dicho que siente un poquitín de culpa por ganar más que su padre haciendo una actuación basada en su profesión.

No puedo contar mucho más, salvo que House es el tipo de «cínico bueno» que, en este caso —siendo un médico—, es capaz de poner en peligro su carrera con tal de salvarle la vida a su paciente. Seguramente ya muchos de ustedes conocen la serie, así que sólo agregaré esto. La clave de la personalidad de House está en un soberbio discurso que le da John Henry Giles, el jazzista paralítico que mencioné arriba. Giles es un genio del jazz que ha quedado paralítico recientemente y ningún médico le ha dado esperanzas de volver a caminar. Para colmo, su enfermedad le ha dejado sin aliento y ya no puede tocar la trompeta, lo cual ya es demasiada presión y lo lleva a ordenar que se le deje morir. Cuando House, el genio de la medicina que sin ambages se reconoce fan del genio del jazz, entra a su habitación para intentar convencerlo de seguir un tratamiento basado en una de sus hipótesis, Giles lo sorprende con esto:

Conozco esa cojera. Conozco ese dedo sin anillo de matrimonio. Y esa naturaleza obsesiva suya que es su gran secreto. Usted no se arriesga a ir a la cárcel o a arruinar su carrera sólo para salvar a alguien que no quiere ser salvado, a menos que reciba algo, cualquier cosa, al menos una cosa. La razón por la que la gente común se casa y tiene hijos, aficiones, lo que sea, es porque no tienen ese algo que los empuje a lo duro, a lo real. Yo tengo la música, usted tiene esto. Esto sobre lo que usted piensa en todo momento, esto que lo mantiene más allá de lo normal. Sí, eso nos hace grandes, nos hace ser los mejores. Lo que nos perdemos es todo lo demás. No hay una mujer esperándonos en casa después del trabajo con un trago y un beso, eso no nos ocurre a nosotros.

Hay que ver la cara de House cuando Giles termina de decirle esto. Su respuesta es la forma más extraña de darle la razón. Dice simplemente: «Por eso Dios inventó el microondas».