Los humanos rendimos culto al dolor. Nuestra medida para calificar a nuestros semejantes viene dada por la cantidad de dolor que ellos han tenido que aguantar para llegar a donde están, y tildamos de irresponsables a quienes a toda costa evitan el sufrimiento. Nuestros cimientos como civilización están llenos de dolor: miramos con reverencia a los mártires y a sus sufrimientos.
Job, Hércules, Batman, todos tienen en común que se levantan por encima de sus semejantes sobre la base del sufrimiento. Jesús murió por ti y has de tener claro que si te impresionó La pasión de Cristo eso es sólo una parte de lo que realmente sufrió el más sufriente de los sufrientes. Lo ignoramos todo sobre los ratos de ocio de Jesús, pues eso no es relevante para nuestra valoración de su sacrificio; en contraposición, hacemos estatuas de su efigie crucificada y vendemos más caras las que muestran con más truculencia tal sufrimiento. Popeye es un héroe absurdo porque no sufre; Michael Jackson sufre después de años de dispendio y amoralidad y, créanme, resurgirá como el Ave Fénix y nos ofrecerá orgulloso la estampa de sus sufrimientos.
Como es lógico, los individuos reproducimos en nuestra esfera particular esta impronta de la sociedad. Nos esforzamos, nos jodemos, creemos firmemente que hay que quemar el cielo si es preciso por vivir. Suponemos que los trabajos mejor pagados son los que conllevan mayor cuota de sacrificio para sus oficiantes, pues es claro para nosotros (aunque no lo admitamos directamente) que el estudio y el esfuerzo son una metáfora del dolor.
Pero nuestra reverencia al dolor encierra una paradoja. El cachorro humano es un hedonista absoluto. Come, duerme, poco más. Su educación primaria se enfoca en los placeres sensuales: la caricia, la palabra gentil. Tarde o temprano se produce su contacto con la sociedad y se impregna del culto al dolor. La escuela le enseña (o al menos trata de hacerlo) el valor del trabajo; los compañeros de estudio le transmiten sus fobias particulares y le ayudan a crear sus propias fobias; la familia le dice qué se toca y qué no. Todo esto en pos de la supresión sistemática del placer, pues el placer es un vicio, es pernicioso para el avance de la sociedad.
Y he aquí la paradoja. Se nos forma para abrazar al dolor pero nuestro íntimo conglomerado de células y sustancias es todo un santuario del placer; así, la conciencia del dolor nos produce satisfacción, nos produce placer. Sabernos dolorosos es sabernos grandes. Nos regodeamos en el sufrimiento porque vemos en él un boleto al cielo o, los menos religiosos, a una felicidad futura (que nunca llega). Gritamos nuestro dolor porque nos produce placer la expresión de quienes nos ven y nos comparan con los mártires; el religioso, en última instancia, lo hace porque espera recibir el placer eterno prometido por la divinidad a la que venera. Todo sufrimiento conduce a un premio y por eso transitamos calvarios. Nuestra esencia, aunque nos esforcemos por sufrir, es alcanzar la gloria eterna del placer.
«Nuestra esencia, aunque nos esforcemos por sufrir, es alcanzar la gloria eterna del placer.» Si, y pasar toda la vida negando esto…me recordó algo que escribí:
Tentaciones
Sinónimo muchas veces
De pecado
Algunas otras
De Placer
Sucumbir a la tentación
A pesar de la culpa
Que a veces carga
No solo es divino,
Sino humano
Muy buena observación. Se me ocurre añadirle otra paradoja al dolor: la de la hipocresía de aquellos que hacen suyo el dolor de otros y la usan para sus propios fines. Tantos ejemplos, añejos y actuales…
El dolor, aparte del morboso placer que haces bien en notar, es también una de las herramientas más usadas con fines egoístas.
L
Muy buen post. Masoquismo, es la aplabra clave del mismo. Aunque habemos quienes profesamos miedo a sufrir, inconcientemente buscamos fuentes de dolor perenne que quizás es, en verdad, fuentes indirectas de compasión.
Interesante paradoja que somos todos.
C’ya!
MB, definitivamente tu poema está mejor que mi post. No sólo de dolor vive el hombre.
Luis, es algo que eludí incluir en el post para no convertirlo en algo demasiado extenso. Es una arista filosa: como tendemos al placer (inclusive cuando sufrimos), es fácil cautivar mediante la manipulación del dolor.
Psycho, la compasión es parte de lo que mencionaba yo en el post: hay quien sufre porque esto le garantiza el pase al cielo; asimismo, la compasión por el dolor ajeno es otro pase que muchos (con gran sentido religioso) no pierden de vista. Es una especie de visión mercantil del hecho religioso. ¿No?