Me he eximido deliberadamente de comentar sobre la devastación causada por el huracán Katrina. Sé que la información sobre este tema, así como las mil maneras para ayudar a quienes sufren por su causa, es abundante.
Sin embargo, con cada día que ha transcurrido desde entonces se me ha hecho más urgente decirlo: deploro que exista gente que se vale de las tragedias (de cualquier tipo) para darle lustre a sus bajezas, generalmente relacionadas con el asunto político. Sí, muchos de quienes leen esto pensarán de inmediato en Michael Moore. Pero no me refiero sólo a él.
Me refiero a lo que ocurre en Venezuela. Cierta paradoja suele convertir en comedia lo que para los sufrientes es tragedia. Está ocurriendo ahora, cuando los opinadores venezolanos afectos al gobierno utilizan la tragedia para justificar sus ataques al gobierno estadounidense, con la intención subrepticia de que se fije colectivamente la idea de que la debilidad de mi enemigo es mi fortaleza. Ocurrió en 1999, cuando la tragedia de nuestro estado Vargas en pleno momento electoral le dio a los otros opinadores, los de oposición, un pretexto para atacar al sector oficial.
Cuando se trata de mortificar al enemigo, los opinadores de uno u otro bando se esmeran en aprovechar el dolor ajeno, y hasta se permiten ser sarcásticos. Los adalides mediáticos de los factores en pugna parecieran incluir en sus oraciones un dulce petitorio para que una tragedia, mejor si es de grandes proporciones, les permita la gracia de poner en evidencia el barro del que están hechos los pies del enemigo, gritos y carcajadas incluidas (y alguna mención a las pobres víctimas, que hay que cumplir).
Mejor ni pongas el comentario en ese blog de la cobertura pormenorizada de la tragedia de Vargas, perdón la de Katrina, porque amigo de ese tipo de observaciones no es (lo digo por experiencia 😉
Así es, Topocho. Y es previsible que así sea. Ya me ha pasado así con gente de ambos bandos, y es que la intolerancia se ha vuelto nuestro pan de cada día.