Los políticos y los funcionarios públicos —que suelen ser la misma cosa— necesitan demostrar. Supongo que esto se debe a que se les hace difícil cumplir con su trabajo, con tantas distracciones que inciden sobre su concentración: negociados, la preparación de la próxima zancadilla, esquivar a la prensa que siempre molesta, asistir a esas aburridas fiestas donde entre copa y copa se esquiva a la prensa, se meten zancadillas y se gestan negociados. Con tanta cosa a la cual prestarle atención, ¿cómo se les puede pedir que sean eficientes en su trabajo? Es por eso que necesitan demostrar. Es por eso que cacarean tanto cuando hacen algo.
El Plan de Fomento de la Lectura del gobierno de España invertirá este año 31 millones de euros, aparte de un incremento, aún no definido, de alrededor de 10 millones más. La campaña publicitaria del plan contempla desde encuentros literarios hasta 5.000 anuncios (sólo en noviembre) en los principales cines españoles. Sin embargo, la ministra de Cultura, Carmen Calvo, necesita demostrar su plena disposición a que el plan satisfaga los objetivos planteados. Por eso se va a meter en un estadio y, en lugar de disfrutar del partido, pasará las dos horas leyendo un libro. Así, ella demostrará que va a los estadios y que lee libros. Dos pájaros de un tiro.
Los auténticos lectores no necesitan demostrar. Cuando un libro les apasiona, pueden leerlo indistintamente en la cola del banco, en un autobús, en el cumpleaños de la tía o en la tranquilidad del lecho. Sus neuronas se activan, ejercitándose quizás en un grado mayor que durante el resto del día. Los auténticos lectores ponen a sus neuronas a trabajar para su placer. No para demostrarle a todos lo interesante que es leer o lo culto que se es. Probablemente sea esta la razón por la que los políticos y los lectores no sean tan afines.
Estas a todas, por eso es un placer seguirte de cerca en estos recortes que nos van mostrando.
Como podemos ver a diario, el esperpento es un género de siempre, el desatino y el absurdo proliferaron antes y están en el orden del día más actual.
Con respecto al plan de lectura, con los 40 millones y la lectura en los estadios se me ocurre inocentemente comentar:
– ¿Quién se embolsará ese dinero? Supongo que amigos «interesados en la lectura».
– Asombra la perspicacia ministerial para encontrar una motivación plácida para la lectura. Genial ambiente en el estadio.
– La presencia en la foto es mucho más importante que la lectura.
– Acaso ven Vds. afanes por conocer puntos de vista diferentes, dialéctica
consiguiente, respeto y consideración. Ocurre, sin embargo, que los manuales
monográficos de los propios correligionarios ya huelen.
– No dudo ni un instante, se aprovechan de la lectura para sus intereses.
– No se trata de estupidez, tienen muy claro que sus intereses son otros.
– Como bien escribes, el placer por las lecturas va por otros derroteros, no
precisamente por los ministeriales.
A pesar de los ministros seguiremos persiguiendo párrafos de ensueño en lecturas más personales.
Saludos.
Bueno no veo tan mal que en pro de la lectura se ella sea vista leyendo: lo que me parece ridículo es que lo haga en un estadio, contraponiendo una cosa buena (el deporte, aunque sea como espectador) contra otra mejor (la lectura). Y a los fánaticos del deporte les va a parecer odioso, y a los fanáticos de le lectura les va a parecer como a tí, una necedad.
Lamentándolo mucho, el ámbito de la literatura, que puede ser estirado hasta abarcar el de todas las artes, para el propóstio de este comentario, ha sido siempre frecuentado por esa raza insípida de, no digamos aduladores, sino seres que transitan por la tangente, que asisten y, en el mejor de los casos, promueven asuntos de arte. Sin embargo, se bastan de esos gestos mínimos para que en las páginas sociales o en los programas de chismes, que en España (para seguir en línea con la excelente nota de Jorge) no son pocos, se les note como si fueran parte activa, como si su opinión, en el dudoso caso de experesarla, sea relevante. Pero a su vez, el arte establecido (no el bohemio, que sólo cuando acierta, y luego de un período de asimilación, se convierte en “establecido”) ha disfrutado de ese coqueteo con los políticos, con la clase alta, con la cúpula de la mafia. Sobran ejemplos en Neruda, Frank Sinatra, García Márquez, Carpentier, Dalí, etc. Mi opinión es, ahora, que ni el redactor de la estupenda nota ni los que hemos respondido a ella pertecemos a esas esferas de lo establecido. Al menos no por ahora. Yo, en lo personal, aplaudo la iniciativa española, como también admiro la del gobierno colombiano en Bogotá, donde se prestan libros, sin fecha límite de devolución, para quienes usan los transportes públicos. Luego de leerlos se dejan en cualquier parada, para que un nuevo lector lo tome y a su vez lo coloque luego en una estación diferente, como abejas laboriosas. Me gustaría saber qué opina Carlos Fuentes, cuál era la posición de Graham Greene, a qué conclusión ha llegado Vargas Llosa con respecto a ese círculo de personas que nunca llegarán a ser del arte, pero que hablan y actúan como si lo fueran. No creo que la posición de mis acusados sea de crítica. Al contrario, más de uno asistió, por ejemplo, a la boda del príncipe Felipe en meses pasados. Repito, por mí, que lean lo que quieran y donde sea: a caballo regalado… Nosotros seguimos teniendo la conciencia limpia, al menos hasta hoy. Ellos seguirán siendo no un mal necesario, sino un eslabón de más.
Yo soy español, no sabía de esta noticia, la verdad es que hago caso omiso a la política y más a la de cultura que creo es una ministra en mi humilde opinión torpe e innecesaria, que demuestra sus pocos conocimientos, su falta de interés por apoyar acontecimientos realmente importantes, y parece querer mostrarse ante el pueblo español como una persona culta e inteligente.
Pero claro, esta es sola mi opinión
Un saludo