Héctor Torres también anda mediático. Los miércoles a las 6:30, Edmundo Bracho le cede un espacio en su programa en Ateneo 100.7 FM para que comente noticias de literatura.
Por cierto que la más reciente actualización de Ficción Breve Venezolana viene con un editorial de postín sobre el retumbante tema de la salud de la literatura venezolana. En rigor, debería citarlo todo, pero mejor vayan y léanlo. Me limito a transcribir este pedacito:
…si bien la narrativa venezolana actual da muestras de vigor y salud en cuanto al deseo de los narradores de darse a conocer, en cuanto a la cantidad de libros que se bautizan semanalmente y en cuanto al incentivo que ofrecen concursos que nacen y se consolidan en estos tiempos (el de la Policlínica Metropolitana, en un caso; y el de Sacven con sus cuatro ediciones a cuestas, en el otro), también creo que damos señales negativas acerca del estado de salud de nuestra narrativa cuando nos ponemos hipersensibles a la crítica. Una narrativa con tradición, robusta, blindada, no le debe temer a la crítica. Es una oportunidad de revisarse y crecer, por tanto la toma en cuenta. Y sabe reconocer cuando se ofrecen argumentos contundentes. No hemos ganado ninguno de los grandes concursos que se convocan para la narrativa hispana durante los últimos años. (…) No podemos irritarnos porque se diga que no somos muy dados a ofrecer grandes noticias en ese rubro. Que siguen existiendo grupitos que se publican y se ensalzan entre ellos privando el amiguismo por sobre la calidad literaria, como lo señalara Luis Barrera Linares en la reciente entrevista que le hicimos, es algo cierto cuya sola denuncia produce más beneficio que daño. Que todas las editoriales subsidiadas por el Estado tienen al editor en su catálogo, es otra verdad irrefutable. ¿Por qué decirlo se convierte en un delito de traición? Que existen personajes que se han hecho famosos por razones no estrictamente relacionadas con la calidad literaria de sus obras, sino por haberse puesto bajo la vigorosa sombra de algún grupo que maneja influencias en determinados sectores. ¿Cómo negarlo? Esa es una verdad que hay que aprender a decir con honestidad y rectitud, por el bien de la literatura misma. «Con mi verdad ni ofendo ni temo», me suena mejor a «el que no está conmigo está en mi contra».
Héctor cierra con una de sus máximas (¿ya les dije que en el taller del Celarg lo llamaban el chamán?): como escritores, es mejor que seamos menos leales y más honestos.
Es un sushi: cruda, la nota, pero de un sabor y una naturalidad impactantes. Son argumentos que todos hemos pensado alguna vez, creo, peor que nadie se había dado a la tarea de redactar, con un propósito serio. Opino que la literatura venezolana es un aguacate que, apenas, si se le bate muy, muy fuerte, le está comenzando a sonar la pepa. Todavía falta, pero vamos bien enrumbados.
(En mi comentario de arriba.) No es «peor,» sino pero. Es cierto que la izquierda no sabe nada de lo que la derecha hace. Pero de saberlo no faltaría el sabotaje.
Hector Torres se ganó el corazón de éste uruguayo al usar esa frase de nuestro procer, Jose G. Artigas. No, no es de Bolivar… 🙂 También dijo Artigas, «sean los orientales, tan ilustrados como valientes». Eso trato (aunque me han dado cada paliza….)